Hacia un postnacionalismo mestizo

Bernardo Gutiérrez, Publicado en Ctxt.es

Contra todo pronóstico, la división étnica de los Balcanes se esfumó abruptamente en febrero de 2014. La durísima crisis económica provocó una oleada de manifestaciones en las que se fundían banderas bosnias, serbias y croatas. Sarajevo bullía con asambleas masivas. Todas las etnias y religiones se diluían en un grito común. La revuelta arrancó en Tuzla, ciudad de mayoría musulmana, cuando miles de trabajadores fabriles desempleados tomaron las calles. La revuelta se expandió hacia la ortodoxa Serbia. Y rápidamente a Sarajevo. El filósofo croata Srecko Horvat, en su crónica Godot llega a Sarejevo, describía con entusiasmo a los angry bosnian: “Soy católico, soy judío, soy musulmán, soy todos los ciudadanos de este país”, decía un ciudadano en una asamblea. “Si soy musulmán, y él es serbio o croata, si tenemos hambre, ¿no somos hermanos? Somos al menos hermanos en el estómago”, replicaba otro.

El filósofo esloveno Slavoj Žižek, con su habitual prosa lenguaraz, se subió a la nueva ola de rabia balcánica interétnica: «Hasta ahora, las únicas protestas masivas en Bosnia y otros estados post-yugoslavos eran sobre pasiones étnicas o religiosas. (…) Estamos lidiando con una rebelión contra las élites nacionalistas: el pueblo de Bosnia ha entendido quién es su verdadero enemigo: no otros grupos étnicos, sino sus propios líderes (…) Aunque la protesta pierda fuerza, quedarán chispas de esperanza, algo como los soldados enemigos confraternizando en las trincheras de la primera guerra mundial». Post Yugoslavia, decíamos. ¿Post nacionalismo?

Desde una España atravesada a primera vista por nacionalismos crecientes a ambos lados del Ebro, las estampas power love balcánicas parecen fake news. O lo contrario: son un pelotazo/objeto de deseo. La España de balcones embanderados no es la Bosnia de 1993, evidentemente. Pero nacionalismos, otro tipo de, haberlos-los-hailos. El procés catalán ha aportado algunas nuevas variables. El nuevo «indepe» no siempre abraza una causa identitaria, sino rupturista con un Estado. El procés se ha cepillado al catalanismo de barretina, me dijo hace meses Antonio Baños, otrora star pública de las CUP. Carme Forcadell, en el documental Informe General II dirigido por Pere Portabella, destacaba la emoción de crear algo desde cero: «Es lo que hace que sea un proyecto cohesionador. Es de mucha gente que no ha nacido en Cataluña, pero que está compartiendo este proyecto porque entiende que desembocará en un Estado del bienestar mejor, más justo y democrático». De alguna manera, muchos actores clave del procés, aunque sean nacionalistas en la intimidadescenifican que el nacionalismo tradicional no es la esencia del procés.

LA ESPAÑA DE BALCONES EMBANDERADOS NO ES LA BOSNIA DE 1993, EVIDENTEMENTE. PERO NACIONALISMOS, OTRO TIPO DE, HABERLOS-LOS-HAILOS

La República catalana quiere o podría llegar a querer ser otra cosa. Además, los Mamporrazos Marca España 1O movilizaron hacia las urnas a miles de personas no nacionalistas. La periodista Alba Muñoz explicaba cómo su abuela de Jaén, muy reacia al referéndum, acabó acercándose a las urnas: «El pasado fin de semana, cuando empezó el desembarco de policías en Barcelona, le dijo a mi madre que ella había decidido esconderse la papeleta entre las tetas». Sin embargo, parece que los nuevos aromas del procés, la República Que Parecía Salir de La Chistera, ha salido mal. No ha salido de la casilla de salida, vaya. Ha acabado dividiendo a los angry catalan y los angry spaniards. Con un truco clasicón, además, usado ya en la Primera Guerra Mundial evocada por Žižek para dividir al pujante internacionalismo obrero: el nacionalismo. O un casi-nacionalismo que ha impedido exportar el rupturismo más allá del Ebro. Un casi-nacionalismo que ha rechazado la importación de la República catalana desde el resto de España.

Dividiendo las conexiones 15M

La explosión del 15M diluyó siglos de desencuentros nacionalistas y/o regionalistas y/o whateveristas. El 27 de mayo de 2011, cuando los Mossos d’Esquadra desalojaron violentamente la Acampada Barcelona de Plaça Catalunya, una multitud empuñó claveles en la Puerta del Sol de Madrid y gritó «Barcelona no estás sola». Las redes tejidas por la ciudadanía desdibujaban antagonismos históricos. El Gobierno Rajoy y el Govern Mas tenían planes similares: recortes & represión. Y el 15M desplazó desde abajo el tablero de juego, las prioridades.  «Las formas de cooperación de los movimientos red no pasan ya por grandes dogmas ideológicos unitarios sino por conectar las prácticas», escribía el investigador Arnau Monty.  Sin embargo, el procésiba emergiendo. Seducía, crecía. La Via Catalana de la Independència, aquella cadena humana de 400 kilómetros de la Diada del 2013, catapultaba el ya contundente procés. En medio, como Objeto Rupturista No Identificado, el 15M seguía desordenando el antagonismo de la clase política de España-Cataluña. El fluido diálogo del sujeto político plazas seguía ignorando el choque de trenes nacionalista.

Pero Spain is not so different, vamos. El amor transnacional en los tiempos del Tinder es más la norma que excepción. En 2012, cuando el gobierno de Israel amenazaba con bombardear Irán, nació la campaña Israel loves Iran. El diseñador israelí Ronny Edry subió a Facebook un mensaje con un diseño colorido: «Iraníes, nunca bombardearemos vuestro país. Os amamos». La reacción en red fue explosiva: miles de diseños y mensajes de amor de ciudadanos israelíes hacia iraníes. Desde Irán, no tardaron en llegar mensajes de amor. Israel, we love you. Pueblos en red, unidos, desmantelando la narrativa nacionalista de los Estados de Israel e Irán.  Spain is not so different. Y es que este guirigay que de vez en cuando pone en jaque a los Estados nación viene de lejos. En los años setenta, Felix Guattari hablaba cómo el planeta se desterritorializaba. Imaginaban una máquina de deslocalización y confabulación, un rizoma subterráneo contectando a pueblos y culturas. Manuel Castells habla ya hace muchos años del Estado Red y de un espacio de flujo. David de Ugarte, en su Trilogía de las Redes, habla de la filé (estructura económica transnacional) y la plurarquía(nuevo sistema político basado en las decisiones colectivas) como estructuras potsnacionales y postestatales. Y a esto llega el pack procés-Piolín-artículo 155 y España vuelve a intentar ser un Estado Nación de Acero. «Tu país vuelve una y otra vez a los Reyes Católicos. Es una jodida condena», le suelta Ayleanna, una alumna neoyorquina de 20 años al profe hispanista Ángel Luis Lara. España como bucle crónico, como nación incompleta, como ring incómodo de un porrón de naciones.

Postnacionalismo hispánico, postnacionalismo anglosajón.

Buscar la palabra «postnacionalismo» en castellano en Google convierte a España en una verdadera campeona postnacionalista. Los nacionalismos de las repúblicas latinoamericanas ni se despeinan en Google.  En los primeros lugares, encontramos artículos que enarbolan un postnacionalismo forzadamente aséptico ante el declive de ETA y del plan soberanista de Ibarretxe. «Algunos nos reivindicamos del postnacionalismo, término que debemos a Jon Juaristi y que hoy y aquí quiere expresar, telegráficamente, la victoria del autonomismo sobre el independentismo», escribía el socialista Ramón Jáuregui desde esa prehistoria llamada 2008. «El nacionalismo político se ha convertido en una fuerza residual, incapaz de influir en España (…) No creen que España sea una nación de naciones, y a Cataluña la ven sólo como su patria chica», escribía Xavier Mas de Xaxàs desde Prehistoria 2008, ese país. Otros artículos, más cercanos en el tiempo, como el de José Luis Salgado, sugieren construir un postnacionalismo basado en derechos cívicos y fraternidad: «Nuestras sociedades son mucho más diversas que lo que pueda englobar un estado-nación. Hoy en día no podemos hablar de monocultivos ni en materia lingüística ni religiosa, ni étnica. Ni de una conciencia nacional que englobe al 100% de la ciudadanía de un territorio».

En el libro Derecho a la intolerancia, Slavoj Žižek lanza proyectiles contra el multiculturalismo de los Estados (neo) liberales. Desmonta la falsa dicotomía democracia (neo) liberal vs fundamentalismos. Deconstruye ese mito de que el capitalismo provoca la convivencia de etnias / razas / nacionalismos. Y cuestiona esa defininición de fundamentalismo que sirve tanto para un fanático religioso de Al Quaeda como para un independentista vasco del mismo Bilbao.

Buscar la palabra postnationalism en inglés nos brinda otro campeón googleiano: Canadá.

En 1963, el pensador Marshall McLuhan afirmaba que Canada era «el único país del mundo que sabe vivir sin una identidad». El artículo de The Guardian The Canada experiment: is this the world’s first ‘postnational’ country?explora este postnacionalismo que tiene una narrativa inclusiva de raíces indígenas que da la bienvenida a inmigrantes y refugiados. El país que permitió varios referéndums en la región francófona de Quebec hace suyas las identidades y pertenencias múltiples de la post modernidad. Canada renace como una reversión revolucionaria del mito estándar del Estado nación. El mismísimo primer ministro, Justin Trudeau, afirmó en 2015 a New York Times Magazine que Canada podría ser el primer Estado postnacional del mundo: “No hay una identidad matriz, mainstream, en Canada”.  Un párrafo del sociólogo argentino Marcelo Urresti sobre las identidades posmo encaja con esta Canadá guachi tolerante: «La época actual se despliega en un mundo encantado por los valores de un presente que se ensancha y toma el lugar del futuro, donde a su vez la pertenencia inmediata convive en una pluralidad de comunidades que se aleja del antagonismo, (…), por lo cual los opuestos en vez de rechazarse, se reclaman».

¿Tienen algo que ver los angry bosnian con los happy canadian? Žižek, en su texto sobre las revueltas bosnias, critica la visita de las Pussy Riot a Nueva York, donde fueron recibidas por lo que describe como «la mafia habitual de los derechos humanos» (Madonna, Bob Geldof, Richard Gere): «Lo que deberían haber hecho era expresar la solidaridad con Edward Snowden, y afirmar que Pussy Riot y Snowden son parte del mismo movimiento global». Žižek sostiene que el verdadero desafío (¿postnacionalista?) de los andry bosnian será «organizar protestas hacia un nuevo movimiento social que ignore las divisiones étnicas». El desafío podría ser el mismo para los happy canadian. O para el català emprenyat (angry catalan). O para el castellano-mala hostia (angry mesetario).

Cierto: Canadá desborda el «multiculturalismo liberal» encarnado por Hillary Clinton.  También es la otra cara de la moneda del Estado nación xenófobo de Trump o Le Pen. Pero hace falta dar un paso más. Y ahí es donde España, extraviada en su bucle secular, puede ser una verdadera potencia postnacionalista. El mexicano José Vasconcelos, en su clásico La raza cósmica, publicado en 1925, consideraba que el mestizaje latinoamericano de los pueblos ibéricos (españoles y portugueses), tan diferente a la exclusión racial de los anglosajones, era la herramienta para un nuevo mundo transfronterizo e interracial. La raza cósmica va más allá de la convivencia de culturas: era/es/será esencialmente mestiza, transcultural.

El mestizaje reivindicado por la chicana Gloria Anzaldúa – un auténtico icono feminista y queer – podría ser linterna del postnacionalismo ibérico-planetario. Un mestizaje que es un «más allá», un océano que diluye el binarismo occidental. Un mestizaje que permite ser muchas cosas sin dejar de ser otras. Es más trans que multi. Es un heterogéneo ser sin estar siempre. «La rigidez significa la muerte, solo manteniéndose flexible puede la mestiza expandir la psique», escribía Anzaldúa en su hit Borderlands / La Frontera: La Nueva mestiza de 1987La nueva mestiza de Anzaldúa normaliza otra forma de estar en el mundo y explica con simplicidad plástica todo lo que los académicos de la teoría decolonial y/o postcolonial no conseguirían explicarle al público de Operación Triunfo. La nueva mestiza es un cuerpo que tolera las contradicciones, lo ambigüo. Está más allá de la postmodernidad, que no deja de ser un confuso colofón de aquella gran modernidad occidental. La nueva mestiza habita una nueva transmodernidad, que se salta las fronteras de los Estados nación. La nueva mestiza  es pluriversal, algo mucho más molón que ser universal. Es el pedacito trans que le falta a la postmoderna Canadá.

TENIENDO UN BOMBA DEMOGRÁFICA A PUNTO DE ESTALLAR (ÍNFIMA NATALIDAD) Y LAS ESTADÍSTICAS MÁS TOLERANTES DE EUROPA CON INMIGRANTES Y REFUGIADOS, ESPAÑA SERÁ POSTNACIONAL Y MESTIZA O NO SERÁ

Con el 15M, , tejiendo redes de barrios despiertos y mareas, de imaginarios en red y resistencias, España aprendió a ser «el movimiento» que añora Žižek para Bosnia. Ahora, para salir del bucle de las naciones incompletas, tiene que aprender a ser (nueva) mestiza, transmoderna. Teniendo un bomba demográfica a punto de estallar (ínfima natalidad) y las estadísticas más tolerantes de Europa con inmigrantes y refugiados, España será postnacional y mestiza o no será. La Trans-España debería asumirse como sur, como mezcla: celtíbera y fenicia, bizantina y mudéjar, norafricana y vikinga, europea y mozárabe, sefardí e iberoamericana. La Trans-España tiene que esforzarse en ser una copia mejorarada de la norteña Canadá: una postnación sureña y abierta, transfronteriza y feminista, republicana y orgullosamente mestiza.

Experimenta Distrito: hacer ciudad desde los barrios

Bernardo Gutiérrez, publicado como Tribuna en eldiario.es

No es lo mismo pensar la ciudad, que hacer ciudad. No es lo mismo planear la ciudad de forma centralizada que hacerla desde sus prácticas, desde su día a día. No es lo mismo pensar la ciudad desde su centro institucional, que hacerla desde sus barrios. «No hay ninguna lógica que pueda ser impuesta a la ciudad; la gente la hace, y es a ella, no a los edificios, a la que hay que adaptar nuestros planes», afirmaba Jane Jacobs, autora del influyente libro Muerte y vida de las grandes ciudades (1961) y del imaginario de la ciudad viva.

Entre las preposiciones «para» y «desde» hay un mundo, una brecha, un espacio aparentemente insalvable. Pensar la ciudad para los distritos. Pensar la ciudad desde los barrios. Hacer ciudad desde el vecindario. Desde los afectos. El proyecto ExperimentaDistrito, desarrollado por el Medialab Prado de Madrid, se empapa en la profundidad del desde. Y se apoya, a su vez, en el cómo: en una metodología para desarrollar proyectos de forma colaborativa, en red, transversalmente. Personas pensando / haciendo ciudad desde los barrios. Haciendo / habitando los distritos desde los barrios. Gente colaborando alrededor de ideas surgidas desde abajo, desde los problemas y desafíos y sueños concretos del día a día de la ciudad.

En Experimenta Distrito, el «cómo» es un método-casi-ritual. Primero llega la convocatoria abierta de proyectos. Tras la selección de proyectos, se lanza la convocatoria de colaboradores. Y ahí empieza a afinarse la verdadera sinfonía de mediadores, mentores, promotores de proyectos, agentes locales, colaboradores, vecinas y vecinos. Experimenta Distrito, tras su experiencia piloto en Villaverde en 2016, ha arrancado su andadura en los distritos de Moratalaz, Fuencarral y Retiro. La segunda sesión de talleres de producción de proyectos tuvo lugar en los tres distritos entre el 16 y el 18 de junio. Los proyectos nacidos tienen ya vida propia. Experimenta Distrito continuará en otros distritos de la ciudad. Y en el mundo: una docena de ciudades ya quieren replicarlo. Por ello, Medialab Prado lanzará después del verano una convocatoria global para replicar Experimenta Distrito en ciudades de todo el mundo y desarrollarlo simultáneamente en el primer semestre de 2018.

Experimenta Distrito
Experimenta Distrito

Colaborando que es gerundio

Entre el desde y el para, la ciudad es una constelación de matices. Quienes desean «desde», formulan ciudades invisibles que los técnicos municipales raramente consiguen ver. Esbozos de ciudad, ángulos imprevistos, pliegues sorprendentes, perspectivas inusuales, detalles que son mundos. Desde Fuencarral Experimenta están diseñando espacios de intercambio de libros en cabinas telefónicas abandonadas. Bibliocabinas donde encontrar ejemplares de Marcel Proust, Miguel Delibes o de Haruki Murakami. Desde Moratalaz Experimenta formulan un espacio para observar estrellas. Desde Retiro Experimenta intentan intervenir en la inhóspita plaza entre las calles Abtao y Valdearribas. «Esto que estamos haciendo puede alegrar las tardes a muchos niños que al salir del cole van a esa plaza a jugar», matiza Ignacio Madurga, promotor del proyecto Cuida tu plaza, quiere tu barrio de Retiro Experimenta. «Nuestro proyecto visualiza el acto de que leer en la calle empodera a la sociedad y educa a los niños por el efecto espejo», matiza Jesús Vidal, promotor del proyecto Libros Libres y Activos en Fuencarral Experimenta. «El principal objetivo fue facilitar a los ciudadanos el medio ambiente nocturno del que nos hemos ido alejando, y las razones han sido varias: las contaminaciones tanto lumínica como atmosférica, la construcción de edificios altos y el ritmo de vida lleno de estrés y prisas», asegura Cristina Muñoz, promotora del proyectoMirador Estelar en Moratalaz Experimenta.

Habitar el desde es redibujar la ciudad. Construirla desde el conocimiento de los propios afectados. Tejerla desde las inercias acumuladas de las comunidades. Por eso, los proyectos que surgen desde Experimenta Distrito son el latido de la ciudad, los latidos que respira Madrid, los ecos múltiples y plurales de Los Madriles. No es apenas una cuestión de escala micro – macro. No es tanto sobre el tamaño o la envergadura de los proyectos. No importa demasiado si parecen demasiado pequeños o si sueñan con ser muy grandes. El desde está habitado por sentidos comunes, por pertenencias afectivas. El desde son ciudades posibles, ciudades con sentidos. Una instalación de semáforos que informan de la calidad del aire (Retiro). Una intervención artística para revalorizar un mercado en desuso donde se enamoraban los abuelos del barrio (Fuencarral). Gente cortando troncos abandonados, dándoles forma y usos (Retiro). Rescatar la copla y mezclarla con ritmos urbanos (Fuencarral). Crear una red de cuidados, apostando por la salud comunitaria (Moratalaz). Ideas con sentido. Ideas dadas forma por comunidades. Ideas situadas en las brechas y problemas de la realidad de los barrios. «El espacio es vacío. El lugar es una construcción de significado social», escribió Henry Lefebvre en su célebre El derecho a la ciudad (1967). No es casualidad que a pesar de que Experimenta Distrito sea itinerante y convoque a sus participantes en diferentes espacios de cada distrito, se proponga como un lugar. Un lugar para colaborar, para hacer juntos, hacer con otros. Para conectar, activar, proponer, aprender. Un lugar donde se revitalizan los significados sociales de los barrios.

Ciudad distribuida, ciudad en red

«No hay centro para tanta periferia». En esta frase de Iciar García, mediadora de Fuencarral Experimenta, flota una de las problemáticas de las grandes ciudades del mundo. Sin que el centro-periferia sea una dicotomía, sin que ambas partes se excluyan, su relación y diálogo son ineludibles. Fuerzas centralizadoras (políticas, económicas) versus dinámicas descentralizadoras (barrios, periferia, transporte). Turismo de masas (turistificación, gentrificación) versus barrios activos (fiestas locales, auto organización). «En muchas ocasiones se descarta la vida, que está en la periferia», matiza Iciar. Y cuando los propios participantes en ExperimentaDistrito tienen voz, fluye un deseo colectivo de vida en los barrios, de tejidos sociales cooperativos, de descentralización real ya: «Es una oportunidad de conexión y participación con otras personas (…) Esto es una forma de dinamizar un barrio, de que la gente se mueva, de que colabore, que la gente vea que se puede vivir en la ciudad de otra manera (…)». Un lugar para vivir desde los barrios, para hacer ciudad desde los barrios. MediaLab Prado define a Experimenta Distrito como un conjunto de «laboratorios ciudadanos de experimentación y aprendizaje colaborativo en los que puede participar cualquier persona». Laboratorios ciudadanos (de barrio) basados en la cultura del prototipado, una forma abierta y colaborativa de desarrollar proyectos. Laboratorios ciudadanos (de barrio) en los que aprender y enseñar, en los que el resultado no es un producto perfecto, si no un proceso mejorable en tiempo real por la colaboración de los vecinos y vecinas de los barrios de Madrid.

Una mapa de Hamburgo (Alemania) y un cerebro
Un cerebro y un mapa de Hamburgo (Alemania)

Un cerebro como metáfora. Una mapa de Hamburgo (Alemania) como símbolo de la ciudad en red, de la ciudad descentralizada. Neuronas y barrios, conectados por flujos, inevitablemente sincronizadas. Ambas ilustraciones aparecen relacionadas en una página del libro Emergencia, el clásico de Steven Johnson que abordó diferentes procesos de inteligencia colectiva. La ciudad como un cerebro, como un todo de nodos descentralizados. La ciudad como una red abierta, en la que cualquier nodo-barrio puede conectarse con cualquiera. El concepto de ciudad distribuida del brasileño Caio Vassão redondea las aristas vivas de esa ciudad sin centro, «en red, abierta, fluida, flexible, adaptable, reconfigurable». Una ciudad en la que los barrios de las periferias dialogan y se relacionan sin la mediación de su centro histórico. Descentralizar es empoderar. Descentralizar Madrid, una de las apuestas del actual gobierno municipal, es democratizar. Experimenta Distrito visibiliza el concepto de ciudad descentralizada desde las prácticas. Conecta tejidos barriales desde la construcción colectiva de lugares. Inspira la replicación de iniciativas en otros barrios. El proyecto Street Workout_Skbars, que durante el piloto en el espacio público Villaverde Experimenta acabó instalando barras para gimnasia en el espacio público, tiene su ya réplica en Retiro Experimenta: el Barras de Street Work Out Eagles. De Villaverde a Retiro, sin bajarse en Atocha.

Los proyectos de Experimenta Distrito, siendo microcosmos con un sentido pleno, son también líneas de fuga de los barrios. Senderos por los que transitar y encontrarse, compartiendo imaginarios y herramientas. Narrar Madrid Retiro yEste es mi barrio (Fuencarral Experimenta) construyen ciudad bebiendo de la memoria de los barrios. Ajardinadas (Moratalaz) y Huertos Inclusivos Fuencarraldiolagan en verde, compartiendo el sueño de la sostenibilidad de las urbes. La ciudad viva será descentralizada o no será. Los 21 distritos de Madrid, si aspiran a existir más allá de una realidad burocrática, serán barriales, interbarriales, o no serán. Los proyectos de Experimenta Distrito evolucionan de forma dispar. Algunos escalan a política pública o a cierta sinergia con el poder público, como el Recicla Villaverde. Otros se van abriendo camino en la iniciativa privada, como Colorín Colorado. La mayoría continúa rodando de forma autónoma y colaborativa. Y algunos se chocan contra el prosaico muro de las burocracias y con el mercantilismo: el proyecto Libros Libres y Activos vio cómo Telefónica retiro los ejemplares de su incipiente bibliocabina, provocando la indignación vecinal. De momento, siguen luchando por ella con una campaña en redes en el hashtag #SíALaCultura.

De Moratalaz al cielo

Difícil definir un proyecto. Difícil dibujar su imaginario sin esconder horizontes. Difícil nombrar algo sin alejar para siempre otros posibles nombres. Por eso, Experimenta Distrito se hace al andar. El lema «Barrios activos, ciudad viva» es un punto de partida, no de llegada. Podría serlo también (lo es) el «barrios diversos, ciudad inclusiva». O el «barrios colaborativos, ciudad abierta». Pero Experimenta Distrito se transforma al hacer, al habitarse de gentes. Del cerebro-ciudad en red pueden surgir mundos que ni siquiera se vislumbran desde el centro.

El eje centro-periferia no es dicotómico. Las escalas micro y macro tampoco se excluyen. Pero no hay que olvidar que mientras en el centro de la máquina burocrática se piensa en infraestructuras para las próximas décadas, alguien como Cristina Muñoz prefiere planear un mirador estelar en medio de Moratalaz. «Somos un grupo de personas que reivindicamos recuperar las estrellas que no se pueden ver en Madrid», insiste Cristina. Desde un barrio, en un «mientras» compartido, sobre diferentes pertenencias territoriales, un grupo de personas busca el lugar perfecto para colocar unas tumbonas y asomarse al cielo. Mejor intuir galaxias bajo la contaminación lumínica de Madrid que pensar la ciudad. Y es inevitable: en el centro de la máquina burocrática, alguien piensa en mayúsculas la ciudad para sus habitantes. Y no es excluyente con que en Moratalaz haya un grupo de personas buscando los rituales que les faltan, que realizó una performance estelar durante las recientes fiestas del barrio. No les hace falta Madrid, por lo menos la ciudad con su relato oficial. Mucho menos la ciudad marca. No hay centro para tanta periferia. Moratalaz city es el mundo. A Cristina y los colaboradores de Mirador Estelar les mueve el imaginario de «Moratalaz al cielo».