India y América Latina se levantan contra el proyecto de internet gratuita de Facebook

» Internet.org no es Internet», escribía el pasado miércoles la activista colombiana Carolina Botero. » Internet.org es un ambicioso projecto de Zuckerberg para confundir a cientos de millones de usuarios de mercados emergentes para que piensen que Facebook e Internet son lo mismo», escribían el viernes desde la coalición SaveTheInternet.in en el prestigioso Hindustan Times indio.

En menos de una semana, Internet.org se ha topado con un muro de críticas y resistencias. A pesar de funcionar ya en algunos países, tras la visita del fundador de Facebook a la Cumbre de las Américas de Panamá, ha pasado en apenas unos días de ser el héroe de la inclusión digital a villano planetario.

Los especialistas en libertades digitales y activistas de todo el mundo denuncian que el proyecto de Mark Zuckerberg atenta contra el libre flujo de la información, la libertad de expresión y el acceso libre a Internet. La crítica más repetida es que viola la neutralidad de la red, la columna vertebral de la nueva Internet libre que comenzó a ser discutida en el encuentro NetMundial de São Paulo, en abril de 2014.

Zuckerberg, ante el aluvión de ataques, publicó el jueves un artículo en el diario indio Hindustian Times, argumentando que la neutralidad de la red y la conectividad universal deben coexistir: «Dar acceso a Internet a más gente es util para ofrecer algunos servicios gratis. Si no puedes permitirte pagar por la conectividad, siempre es mejor tener algo de acceso y voz que nada».

¿Qué es exactamente Internet.org? Desde 2014 brinda acceso a una serie de aplicaciones (datos del clima, salud, clasificados, librerías…) y al propio Facebook en Ghana, Tanzania, Zambia, Kenia e India. En 2015, el proyecto ha llegado a América Latina, concretamente Colombia, Guatemala y Panamá, que anunció durante la reciente Cumbre de las Américas que se unía el proyecto. Paraguay ha sido el país cobaya en la región, que experimentó el programa Facebook Libre, un embrión de Internet.org, a mediados del 2013.

Según su propia web, «es una iniciativa impulsada por Facebook que aglutina a líderes en tecnología, organizaciones sin fines de lucro y comunidades locales para conectar a los dos tercios de la población mundial que no cuentan con acceso a Internet”. Chris Daniels, vicepresidente de Facebook, aseguró en una  entrevista en la prensa colombiana que el objetivo es «traer conectividad y todas las oportunidades que vienen con ella». En la mayoría de los casos, existe una operadora asociada al proyecto.

En dicho país, Internet.org ofrece el acceso gratuito a 16 sitios ( 24 Symbols, AccuWeather, Agronet, Facebook, Girl Effec o Wikipedia, entre otros). ¿Quién decide qué servicios estarán disponibles? Según Chris Daniels, la decisión la toman Facebook, el Gobierno de cada país y el operador.

«¿Cómo se garantiza el interés público en esa decisión? ¿Cuáles son los estándares de transparencia que aplican a la misma?», escribe Paz Peña, de la asociación chilena Derechos Digitales. Hasta el momento, no existen ni mecanismos de control ni trasparencia al respecto. Por eso, Paz Peña asegura que no nos encontramos frente a un caso de filantropía digital, sino «más bien con un lucrativo modelo de negocio privado».

Las empresas tienen el control

María del Pilar Sáenz, de la Fundación Karisma de Colombia,  asegura que el denominado zero rating en el que se basa Internet.org es una práctica bastante criticada por entrar en tensión con el principio de neutralidad de la red: «Cuando no se garantiza el acceso en igualdad de condiciones a todo Internet, empiezan a aparecer problemas como la creación de “jardines vallados” o espacios virtuales donde las empresas tienen el control sobre las aplicaciones o el contenido disponible y la capacidad de restringirlos».

Rafael Bonifaz, presidente de la Asociación de Software Libre del Ecuador (Asle) denuncia además el asunto del espionaje de datos: «Facebook es parte de PRISM, uno de los programas de espionaje de la National Security Agency (NSA) de Estados Unidos hacia los usuarios de Internet. Dar un Internet de ciertos servicios beneficia a las grandes coorporaciones, limitando a las redes libres y otras iniciativas que puedan surgir». JDesde Argentina, Javier Pallero, analista de políticas de Access», también destaca el problema de la privacidad, «ya que estimula la concentración del tráfico de información personal en pocos servicios, facilitando la vigilancia».

La serie de fotografías de Mark Zuckerberg con varios presidentes latinoamericanos anunciando acuerdos o conversaciones conjuntas han provocado irritación. En Panamá, tras el anuncio de acuerdo entre el gobierno de Panamá y Facebook, el Instituto Panameño de Derecho y Nuevas Tecnologías (IPANDETEC) lanzó una petición dirigida al presidente Juan Carlos Varela para que se respete la neutralidad de la red en el país.

Tal vez la fotografía más polémica ha sido la que Mark Zuckerberg se tomó con Dilma Rousseff, en la que ella se puso una sudadera con el logo de Facebook. La presidenta de Brasil había liderado hace un año el Marco Civil de Internet y el encuentro global NetMundial para intentar crear una Internet libre global.

Antes de la fotografía de Dilma Rousseff con Mark Zuckerberg, el gobierno brasileño emitió un  comunicado en el que informaba sobre la incipiente alianza con Facebook. El proyecto que dicha compañía ya desarrolla en la región de Heliópolis, en São Paulo, serviría para «diseñar un proyecto común con el objetivo de la inclusión digital».

La oleada de críticas no tardó en llegar. «¿Tú también, Brasil?», se preguntaba Katitza Rodríguez, de la Electronic Frontier Foundation (EFF), en un contundente artículo: «El país más grande de América del Sur, que ha sido un líder en defender el derecho a la privacidad a nivel internacional; con la elaboración del Marco Civil da Internet y ser protagonista de NETMundial, se uniría a Internet.org generando un contrasentido».

India lidera la oposición

Internet.org podría violar varios artículos del tan elogiado Marco Civil de Brasil, que garantiza la neutralidad de la red, según el especialista Sergio Amadeu. El periodista y activista Raphael Tsavkko ha sido más duro en sus críticas: «El internet gratis que Dilma y Zuckerberg pretenden traer al país no es nada más que una internet cutre, restringida a algunos servicios escogidos por empresarios interesados, y no la Internet en sí, con todo su potencial, libre y sin restricciones».

Los principales actores del software libre y de las libertades digitales de Brasil han escrito una carta, a la que ha tenido acceso eldiario.es, que entregarán el próximo miércoles a Dilma Rousseff. En ella, se denuncia con contundencia que Internet.org viola los fundamentos y principios del Marco Civil da Internet, la Declaración Multisectorial de NETMundial y los Principios para la Gobernanza y Uso de Internet en Brasil: « Internet.org tiene también efectos desastrosos para el desarrollo de las culturas regionales (…). El resultado es la violación del derecho de elección de los consumidores y de la libre competencia, la limitación de la diversidad cultural y el cerco al libre flujo de informacciones en la red (…). No podemos olvidar que la plataforma tecnológica de Facebook ha sido una de las principales puertas para la vigilancia masiva».

Sin embargo, la principal batalla contra Internet.org se está librando en India, donde el proyecto ya ofrece, en palabras del propio Zuckerberg, « servicios básicos gratuitos en la red Reliance para millones de personas en Tamil Nadu, Maharashtra, Andhra Pradesh, Gujarat, Kerala y Telangana». En menos de 24 horas, muchos de los socios de Facebook para Internet.org se han bajado del barco. La agencia de viajes Cleartrip fue la primera en abandonar el proyecto. Y la bola de nieve creció de manera inesperada: Times of India Group, NDTV o Newshunt también dieron la espalda a Zuckerberg.

La organización Savetheinternet.in, en su durísimo artículo  Querido Mark Zuckerberg, Facebook no es, y no debería ser, Internet,arremete de frente contra Internet.org: « Internet.org es una iniciativa propietaria y secreta de Facebook para protegerse de los competidores».

¿Quién elige a las empresas que se benefician del servicio zero rating vía Internet.org? Nadie lo sabe, porque nada de ello está disponible públicamente. Puede que el artículo más demoledor contra los planes de Zuckerberg haya sido el escrito por el empresario digital Mahesh Murthy, que acusa a Internet.org de racismo económico: « El resultado es que si Zuckerberg hubiera sido criado en I nternet.org , no podía haber construido nunca Facebook . Quizás, la única forma de que el segundo y el tercer mundo puedan crecer es comportarse como si fueran naciones del primer mundo, y exigir ser tratados como cualquier otro ciudadano de la red del mundo».

A inicios de marzo, Facebook aspiraba a expandir Internet.org en 100 países del mundo. Tras la revuelta de la ciudadanía en América Latina y la India, las críticas podrían dificultar incluso la viabilidad del proyecto en los países en los que el proyecto ya funciona.

#tecnopolíticaLATAM, nueva investigación sobre tecnopolítica en América Latina

Tengo el placer de anunciar que conseguí la convocatoria lanzada por OXFAM Tecnologías de la Información y Comunicación y Redes Sociales en LAC. Nuevas Dinámicas de Comunicación, Organización y Agregación Social. Mi propuesta  fue la elegida para investigar los nuevos mecanismos y dinámicas que están reconfigurando la política y la sociedad en América Latina. El término de referencia de OXFAM para dichos estudio destaca, entre otras cosas, que las redes sociales «están generando nuevas formas de participación ciudadana que no encajan en las dinámicas organizacionales de los movimientos sociales más clásicos». También destaca el papel del «actor circunstancial que participa puntualmente en movilizaciones», de procesos sin «centro único de deliberación y coordinación», de «viralidad» de los mensajes o de «dinámicas organizacionales, fluidas y poco previsibles».

El objetivo del estudio es mapear tendencias sociales, actores emergentes y nuevos influencers en la región. Se requiere un caso de estudio de cinco países: México, Honduras, Bolivia, Brasil y Colombia. El formato inicial de la investigación sería un policy brief público, un documento con un tono a medio camino de la academia, el periodismo y la divulgación. Tras algunas conversaciones y negociaciones con el  Centro Regional para Latinoamérica y Caribe de OXFAM GB (de quien depende la coordinación), fuimos llegando a un entendimiento para modificar el plan inicial.

El documento policy brief se entregará y tendrá una licencia Creative Commons, una novedad en OXFAM. A su vez, el proceso de investigación tendrá cierta apertura. El hashtag #tecnopolíticaLATAM servirá como espacio común para dialogar sobre la investigación y recibir aportes, sobre todo en Twitter. Iré publicando entradas (textos, entrevistas, estudios de redes…) en este mismo blog en castellano (encuadrados en la categoría #tecnopolíticaLATAMy en futuramedia.net en portugués con la misma categoría (cuando sea referente a Brasil o sea una información relevante). A su vez, acordamos realizar seis grafos en profundidad (cartografías relacionales de redes): uno regional y uno correspondiente a cada país de estudio. He creado un repositorio de textos en la plataforma scoop.it (iré añadiendo lo que vaya leyendo) y una lista de Twitter #tecnopolíticaLATAM (iré añadiendo diferentes cuentas relevantes).

El desafío es grande: existen muchos estudios sobre la penetración de las tecnologías digitales o sobre procesos sociales en América Latina. Sin embargo, no hay demasiados trabajos alrededor de la denominada tecnopolítica y de las nuevas prácticas ciudadanas. Existen grafos de estallidos sociales de los últimos años, sobre todo en México y Brasil. Pero apenas existen estudios comparativos entre países y menos todavía estudios regionales.

¿En qué ha cambiado la política y la sociedad latinoamericana en la última década? ¿Siguen teniendo relevancia los movimientos populares que hicieron cambiar el color y formas de los gobiernos de países como Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina o Venezuela? ¿Cómo se relacionan los nuevos movimientos o procesos sociales, como #YoSoy132 o los Movimiento Passe Livre de Brasil, con la vieja política y actores históricos? ¿Qué conexiones, sinergias y similitudes tienen los movimientos estudiantiles de países como Chile, Colombia o México y en qué se diferencian de los históricos? ¿Existe diálogo transversal y transterritorial de diferentes causas? Mientras voy devorando documentación, libros, artículos y observando procesos en las redes sociales, surgen nuevas preguntas.

Mientras escribo estas líneas surge en Lima una acampada ciudadanacontra un plan urbanístico (#tomaelbypass) y los estudiantes chilenos toman las calles contra la mercantilización de la vida (#YoMarchoEl16). Mientras la vieja política se enroca en polarizaciones crónicas, como en la pasada Cumbre de las Américas, la sociedad civil crea espacios agregadores y transversales. Crea disrupciones simbólicas y quiebra los consensos históricos que configuraron los Estados nación. En México, Colombia y Chile estudiantes de universidades públicas y privadas han caminado en estos años juntos, diluyendo muros históricos de clase e ideología. En Colombia, los movimientos campesinos encontraron los nuevos altavoces de las luchas urbanas. En Ecuador, el reciente #19M colocó en las mismas calles y hashtags a movimientos indígenas, movimientos por los derechos civiles y clases medias acomodadas. En las jornadas de junio 2013 de Brasil los sindicatos y partidos políticos fueron casi irrelevantes en las redes y en las calles. En Paraguay, el movimiento Despertar Ciudadano pretende reinventar la política con lógicas de red. En Argentina, el Partido de la Red pretenden reinventar la participación política con su sofware DemocracyOS.

El ciclo abierto por la Primavera Árabe, continuado por las revueltas de los Indignados de España (15M), Grecia y Occupy, también ha afectado a América Latina. A pesar de que el continente ha estado todos estos años a contraflujo de la crisis económica mundial (con crecimiento económico), las nuevas subjetividades políticas y dinámicas de organización-acción en red se expanden por el continente. Al mismo tiempo, el asilo político de Julian Assange (Wikileaks) en la embajada de Londres de Ecuador y el caso del espionaje masivo de la National Security Agency (NSA) estadounidense revelado por Edward Snowden abren nuevas brechas y rumbos a las luchas latinoamericanas. Los crytopunks y hackers globales se enredan en América Latina, todavía el continente icono de las revoluciones.

¿Se agota el ciclo político de las izquierdas latinoamericanas? ¿Llegará un nuevo consenso de Washington con recetas neoliberales? ¿La narrativa anti imperialista sigue conduciendo las luchas populares? Difícil saberlo. Las respuestas, de cualquier modo, no son ni serán lineales. No llegarán aplicando viejas lógicas.  Lo cierto es que la vitalidad de la sociedad latinoamericana sigue siendo intensa . Y es más polisémica y multicéntrica que nunca. Los movimientos-red conviven con las movimientos populares históricos. La ciudadanía conectada realiza labores que antes estaban reservadas a los Estados o al tercer sector. Se pide justicia por la muerte de los 43 estudiantes de Ayotzinapa (en el estado de Guerrero, México) en acciones distribuidas y auto convocadas en países de toda la región. La criptografía hace furor. El feminismo se reinventa gracias al sofware libre, las redes sociales y formatos como la Marcha de las Putas de Quito, Chile o Brasil. La lucha contra la desigualdad camina de la mano de las campañas por las libertades digitales. Las prácticas colaborativas ancestrales (tequio, minga, ayni, mutirão) se enredan con las nuevas lógicas de Internet. Las idelogías compactas y antagonistas se resquebrajan por esa nueva América invertida tejida de prácticas e indignaciones colectivas.

El estudio / investigación que a partir de hoy abrimos será de gran utilidad para OXFAM y en general para el tercer sector, que necesita retomar los puentes de diálogo con una nueva ciudadanía emergente que también lucha por una sociedad más justa y menos desigual. Pero espero que sea también útil para el ecosistema de academia, movimientos sociales y política de la región. Dialoguemos, pues, en el hashtag #tecnopolíticaLATAM.

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El efecto Gezi Park frente a la deriva represora de Erdoğan

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Encuentro activista en el Bosque del Norte de Estambul. Foto: Bernardo Gutiérrez

Este texto se publicó en eldiario.es el 04/04/2015 

Bernardo Gutiérrez / Estambul

Con el rostro sereno y un pañuelo cubriéndole la cabeza, la anciana Kiymet Peker colocó una silla frente a al bulldozer que pretendía destruir un parque del barrio de Murat, en Edirne. Cuando los vecinos se acercaron, Kiymet, de 75 años, manifestó su determinación: «No dejaré que destruyan el parque». Recep Gürkan, el recién elegido alcalde de Edirne, intermedió y paró las obras. «El parque no será demolido mientras yo sea el alcalde», afirmó en los medios.

Kiymet consiguió en abril del año pasado paralizar la construcción de un centro comercial con una silla y su determinación. Su  triunfo era la metáfora perfecta del que podríamos llamar ‘efecto Gezi Park’. O el espíritu de Gezi, lema adoptado por una cuenta de Twitter que divulga en inglés todos los desdoblamientos de las revueltas del  Gezi Park de Estambul.

La durísima represión por el presidente  Recep Tayyip Erdoğan desmanteló la acampada de Gezi el 15 de junio de 2013. Pero no consiguió frenar el imaginario del grito #DirenGezi (diren significa resistencia) que se expandió por el país. Tampoco pudo evitar las nuevas conexiones tranversales de movimientos y las prácticas de acción colectiva activadas por las revueltas. El movimiento de Gezi paró la construcción de un centro comercial. Y el ejemplo cundió. Decenas de barrios, movimientos y colectivos comenzaron a organizar sus luchas a lo largo de Turquía, buena parte de ellas de carácter urbano.

Los vecinos pararon la construcción de un complejo de mausoleos en el Oruç Baba Parkı de Estambul. Una acampada paralizó en octubre la construcción de una mezquita en un bosque de Validebag, (en Uskudar, lado asiático de Estambul). Un grupo de mujeres se niega a dejar sus casas y  plantan cara a la gentrificación en Izmir. Los activistas intentan detener incluso las megaobras del tercer puente sobre el Bósforo. Se ha perdido el miedo.

El contagio del espíritu de Gezi no se limitó a las regiones urbanas. La privatización de las playas de İztuzu y Bozcada, en la costa mediterránea, también fue frenada por la presión popular. La villa de Yirca consiguió proteger sus olivares frente a un proyecto de central de carbón. En Arhavi (Mar Negro), Muğla, Andon o el cañón Ahmetler la resistencia ciudadana evitó la instalación de centrales hidroeléctricas. ¿Se podría afirmar que la lucha del Gezi Park abrió la puerta a otros logros sociales contra el gobierno? ¿El arrollador triunfo del AK, el partido de Erdoğan, en las elecciones nacionales de 2013 y locales de 2014 apaga cualquier brillo a las luchas de Gezi? ¿Cuál es el verdadero legado de la revuelta del #DirenGezi?

Represión creciente

Llueve a cántaros en el barrio de Beşiktaş de Estambul. En el Bar Abbas, el estudiante de Ciencias Políticas Mert Maya y la activista feminista  Özlem Kaya conversan sobre las revueltas. Sus memorias dibujan sonrisas. Complicidades. «Muchos adolescentes se politizaron para siempre, perdieron el miedo», afirma Mert. «No era sólo por un parque. Estábamos allí también como mujeres. Fue importantísimo para el feminismo y para el movimiento LGBT», matiza Ozlem.

Ambos coinciden en un punto: Gezi fue una fábrica de imaginarios. La ruptura simbólica del #DirenGezi y la victoria inicial contra el proyecto de centro comercial sembraron las semillas de nuevas  luchas. Y Gezi sirvió de puente o vínculo.

Özlem habla de los kurdos de Gezi y de cómo la sociedad turca se sensibilizó por su causa. «La mayor parte de los apolíticos de la clase media de Estambul se sienten unidos con los kurdos contra la brutalidad del Estado», escribía Elif Genc en Roar Magazine. Gezi fue un potentísimo altavoz para la causa kurda. La muerte del Medeni Yildirim, un jove kurdo de la provincia de Diyarbakir, provocó a finales de junio de 2013 una de las mayores protestas del año en Estambul. «Jóvenes blancos, de clase media, dándose cuenta que la violencia contra Gezi es el día a día del pueblo kurdo», matiza Özlem.

Otra sorpresa en la sociedad postGezi, según Mert Maya, fue «la gran solidaridad de la izquierda turca con la resistencia de Kobani (la zona autónoma kurda en Siria)». ¿Quién iba a imaginar en los primeros días de la ocupación del Gezi Park que unos meses después buena parte de la sociedad turca se iba a solidarizar con la región autónoma kurda de Kobani, en Siria? ¿Quién iba a pensar que activistas turcos, contrariando a su propio gobierno, llegarían a cruzar la frontera siria para apoyar a los kurdos de Kobani?

Represión en el barrio #GaziMahallesi de Estambul, esta semana. Foto: Seyri Sokak

Represión en el barrio Gazu Mahallesi de Estambul, esta semana. Foto: Seyri Sokak

La conversación continúa. «Gezi es un estado de ánimo». Sonrisas. Pero ambos se muestran prudentes. La durísima represión desplegada por el Gobierno flota en la charla. Hablan de retrocesos. De decenas de periodistas detenidos. De la nueva ley de seguridad que legaliza la represión policial y restringe el uso de redes sociales. De la persecución a abogados. De los estudiantes detenidos en varias universidades. De la brutalidad policial que hace días se coló en la mismísimaUniversidad de Estambul.

El Bosque del Norte continúa amenazado por los megaproyectos urbanos de Erdoğan. Planean centros comerciales sobre los acuíferos que abastecen la ciudad. Y el feminicidio continúa. 281 mujeres murieron oficialmente en 2014 por la violencia machista. Mert habla de Berkin Elvan, el adolescente de 15 años que fue alcanzado por un bote de gas en Gezi y murió tras nueve meses en estado de coma. Si #SomosTodosKhaledSaid (en referencia al bloquero egipcio muerto) encendió la primavera turca, el «Somos Belkin Elvan» sigue siendo un grito antigubernamental.

Las imágenes de la policía dispersando con gas a los familiares que se congregaron alrededor del hospital desmantelan cualquier optimismo. Los asesinos siguen impunes. Y quienes reclaman justicia son incluso amenazados de muerte. La reciente crisis de los rehenes es prueba de ello: los dos militantes comunistas que secuestraron al fiscal Mehmet Selim (uno de los responsables de la muerte de Berkin Elvan) fallecieron a manos del cuerpo de operaciones especiales. Sin miramientos. «Todo el mundo tiene miedo en Turquía”, afirmaba recientemente el premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk.

Mert, recordando Gezi, habla de nuevas prácticas políticas. «Surgieron muchas asambleas. Además, nació un empoderamiento fortísimo, la certeza de que se puede resistir. Cuando la policía nos lanzaba gas, gritábamos «bu gaz bir harika dostum» (este gas es muy bueno mi amigo)», afirma Mert. Afirma que Gezi propició cosas impensables hasta entonces, como la ocupación de fábricas por sus trabajadores. El minidocumental After Gezi: Erdogan and political struggle in Turkey cita precisamente la ocupación de las fábricas Kazova y Greif y la autogestión por sus trabajadores como ejemplo de las nuevas luchas. «Vemos el efecto de Gezi en estas luchas obreras», afirma en el documental la activista ÖzlemArkin, de la Acción Revolucionaria Anarquista.

«Gobernamos todo esto»

«No sé cómo lo hicimos, pero llegamos a gobernar todo esto durante casi tres semanas. Teníamos hasta excavadoras para defendernos». Begüm Özden, una activista del colectivo Imece (Movimiento por la Urbanización del Pueblo), habla desde las escaleras que dividen la plaza Taksim y el Parque Gezi. «Trabajamos hace años por el derecho a la ciudad. Siempre tuvimos muchas dificultad para movilizar. Acudían pocas decenas de personas a las reuniones. En Gezi, de un día para otro, eran miles. Nuestra lucha urbana se viralizó», matiza Begüm.

Deambulando por las terrazas de  Beyoğlu («aquí es donde los izquierdistas bebemos cerveza en paz»), Begüm habla de la ocupación de Gezi como una catarsis de «autoorganización, de «espíritu comunitario y «deseo de democracia directa». Habla de la República Autónoma de Gezi, en la que «todas las luchas dialogaban de forma transversal».

Pero rápidamente habla con cierta preocupación: «Después de Gezi, nunca tuvimos a ese diálogo, los movimientos están en repliegue, la represión crece». En las paredes de los bares, el espíritu de Gezi vive. Pósters con pingüinos lanzando flores en lugar de cócteles molotov (el pingüino se convirtió en un símbolo cuando la CNN turca ignoró la ocupación de Gezi y pasó un documental sobre pingüinos). El Istambul United, el frente creado por todos las hinchadas de fútbol de la ciudad contra la policía durante la ocupación de Gezi, habita en los muros de los callejones.

Begüm saca relucir su cara más pesimista: «Infelizmente Erdoğan y el partido AK arrasaron en las elecciones generales de 2013 y en las locales de 2014. Para el movimiento, la macropolítica sigue siendo un fracaso. No hay opciones viables para tomar el poder». B egüm cita el Gezi Party, que a pesar de su poéticadeclaración de intenciones, fue un verdadero fracaso en las urnas. También cita la oportunista nueva escisión del partido comunista, que intentó aprovecharse del imaginario de Gezi con #DirenTürkiye como lema.

El único resquicio de esperanza, para B egüm, es el Partido de la Democracia de la Gente (HDP) , que apoya la causa kurda, al movimiento LGBT y que tiene un 50% de mujeres candidatas. En las elecciones locales de 2014, el HDP consiguió el 6,6% de los votos. En la actualidad, mientras buscan crear un frente inspirado en Syriza, las encuestas le colocan ya cerca del 10%. «Pero todavía la vieja izquierda copa todo, y no podemos decir que Gezi fuese un movimiento anticapitalista. No tenemos en Turquía nada nuevo con el espíritu de Gezi, como Podemos en España», matiza la activista. 

Kadıköy, lado asiático de Estambul. Una estatua recuerda la muerte de Berkin Elvan, ya el gran mártir de Gezi. La estatua: un panadero con máscara antigas busca a Berkin, que fue atacado mientras buscaba una panadería. A los pies de la estatua, la arquitecta Selen Çatalyürekli, da unas pinceladas de Kadıköy: barrio rebelde, nido de ocupas, epicentro de la bohemia, espacio resistente.  «Algunos activistas se están mudando a Kadıköy«, afirma.

En Kadiköy, como publica The New York Times, hasta jugar en la nieve es política y provoca la muerte de un periodista. Selen habla de la importancia de Don Quixot, una de las principales ocupaciones  urbanas de Estambul, nacida en Kadiköy tras el desalojo del Gezi Park. «Las asambleas que surgieron conectaron a los ancianos con las luchas estudiantiles, algo importante. En estos momentos, las ocupaciones sirven para que los movimientos se organizen y dialoguen», asegura Selen.

En la ocupación Caferaga Mahallevi (desalojada recientemente por la policía) las paredes están sembradas de gritos transversales: Che Guevara, una máscara de Anonymous, fotos de jóvenes en Gezi conduciendo una excavadora. Unos carteles redondos con lemas recuerdan a los usados por la Plataforma por Afectados por la Hipoeteca (PAH), a  su «Sí se puede» (en verde) y «Pero no quieren» (en rojo).¿Hasta qué punto el movimiento del Gezi Park se inspiró en la última oleada de ocupaciones globales?

Unas jornadas después de la visita a Kadiköy, Selen medita sobre ello en un encuentro activista de fin de semana en el Bosque del Norte, el nuevo frente de luchas del espíritu de Gezi. «Sentimos mucho apoyo internacional. Especialmente sorprendente fue la conexión con Brasil, que salió a las calles pocos días después. Tal vez tuviéramos problemas similares, sobre todo urbanos», afirma Selen.

El encuentro está convocado por la Defensa del Bosque del Norte, una alianza de foros, organizaciones y movimientos surgida tras el desalojo de Gezi. «La  amenaza al Gezi Park era apenas la punta del iceberg. A pesar de algunos triunfos concretos, la política neoliberal de Erdoğan sigue siendo una gran amenaza. El Bosque del Norte es ahora el principal escenario de esa batalla», afirma Imre Azan, director del aclamado documental Ekümenopolis. Las amenazas se multiplican: el tercer puente sobre el Bósforo, el tercer aeropuerto que está destruyendo bosques, el Kanal Istanbul que pretende conectar el Mar Negro y el mar de Mármara…

Can Atalay, una de las voces más reconocidas de la plataforma Taksin Solidarity, intenta ver más allá de las amenazas del neoliberalismo urbano del Gobierno. Los nuevos proyectos son el síntoma de algo más preocupante. El estilo de Erdoğan, en el que se mezcla la islamización de un país oficialmente laico y el urbanismo neoliberal, choca de lleno, según Can, con los valores democráticos. «La transformación urbana está relacionada con la cuestión del autoritarismo y los derechos democráticos en Turquía. Por eso la ocupación de Gezi era más que por un parque, representaba el deseo de otra democracia y de derechos civiles», afirma Can Atalay.

En el suelo del Bosque del Norte, bajo las conversaciones de los activistas, varios juguetes disputan una batalla simbólica, lúdica, micropolítica. Grúas, excavadoras y militares rodean a pitufos y animales coloridos. Las voces en turco llegan mientras la noche cae. A veces se reconoce la palabra «Gezi». Difícil saber si las frases que la acompañan tienen que ver con el Bosque del Norte, con los kurdos de Kobani, con los derechos de las mujeres, con los estudiantes universitarios presos o con las posibilidades del Partido de la Democracia de la Gente (HDP) de tomar el poder.

 

Ética hacker: más allá de la tecnología

El pasado jueves tuve el placer de participar en la Escuela de Innovación Política, una iniciativa de Alianza Verde de Colombia. El desafío de mi hang out era simple: explicar en qué consiste la ética hacker. Siendo el contexto político, puse bastante esfuerzo en que la presentación tuviera una línea social, política. El título habla por sí mismo: Ética hacker: más allá de la tecnología.

Explicar en tono divulgativo una supuesta cuestión técnica me ayudó mucho a repensar el concepto y el potencial de la ética hacker. Muchas de las personas que siguieron el hag out y enviaron preguntas en el hashtag o por otras vías se extrañaron de que yo hablase de hacker como sinónimo de colaboración, de colectivo, de mejora de código, de bien común. Una de las preguntas fue extremadamete sorprendente: «la Real Academia de la Lengua define hacker como pirata, ¿qué piensa de ello?».  Respondí que es un error gravísimo, debido a las presiones del lobby del copyright, que deforma hasta los diccionarios. En su versión online, el diccionario de la RAE no recoge la palabra hacker. Pero estoy seguro que hay muchos diccionarios que definen el término como «pirata».

Abro esta entrada con la presentación y lo cierro con con el vídeo del hang out. Espero que este pequeño grano-bit de arena ayude a ir colocando a la ética hacker donde se merece: en el centro de la conversción política, social y tecnológica.