No pienses en un unicornio

Texto firmado por Bernardo Gutiérrez, publicado en el libro Democracias Futuras: visiones para reinventar la democracia, editado por Bernardo Gutiérrez para Medialab Prado en mayo de 2019. Imagen: Robles Designery/Shutterstock

No pienses en un elefante. No pienses en su olor. No pienses en su trompa. Es inevitable: ya has pensado en un elefante. Ocupa tu habitación casi al completo. Te asfixias. En su célebre ensayo No pienses en un elefante1, el lingüista cognitivo George P. Lakoff revela la importancia de los marcos conceptuales en la política. Y que la derecha ha manejado mejor históricamente el framing (enmarcado) de asuntos claves para la sociedad. Por ejemplo, considerar el “alivio fiscal” como sinónimo de reducción de impuesto es un marco exitoso. Cualquier gobierno que intente subir impuestos estará destruyendo el alivio fiscal, aunque eso signifique construir hospitales o mejorar la educación. ¿Cuál es la solución propuesta por Lakoff? Marcos conceptuales propios. Los marcos enunciados por Lakoff funcionan como un metalenguaje que adquiere la irrefutabilidad de los mitos. El mito es siempre metalenguaje: una despolitización que opera sobre un fondo ya naturalizado. El mito no niega las cosas: las purifica, las vuelve inocentes, las funda como naturaleza y eternidad (2). Y la derecha ha conseguido siempre dibujar los marcos, los metalenguajes y los mitos de la realidad. El neoliberalismo se vende al mundo como el aire que respiramos, no como una simple posibilidad de sistema económico.

¿Cómo se crean los marcos conceptuales? Hagamos una prueba. No pienses en un unicornio con cuerno. No pienses que el unicornio cabalga sobre un arco iris. No pienses que el unicornio transgénero educa a los adolescentes sobre educación sexual, como “The Gender Unicorn” (3). En realidad, la construcción de un marco conceptual propio es el primer paso de una estrategia mayor. Una estrategia que ha de combinar lenguajes, símbolos, narrativas, discursos y diferentes formatos para los mensajes. Y que tiene que definir los espacios donde la ciudadanía puede intervenir para apropiarse de los mensajes y modificarlos. En algunas ocasiones, la estrategia puede usar marcos existentes y hacerlos funcionar con otra lógica. Javier Jaén quemó en las Fallas de Valencia de 2016 todas las banderas del mundo, incluyendo la española. Si su instalación “Patrias de Nailon” (4) no estuviera en el marco de las Fallas, podría haber ingresado en prisión. Aprovechó un marco consensuado para hackearlo, algo bastante excepcional. La construcción de marcos conceptuales propios es más habitual y conveniente. El encuentro Ciudades Democráticas (5) de Madrid, co-organizado por Participa Lab, brinda un buen ejemplo. Por las temáticas de trabajo de las instituciones organizadoras de la primera edición en 2016 (6), el evento podría haberse titulado “Ciudades del común” o “Ciudades rebeldes”. Por el contrario, se apostó estratégicamente por el marco blando y agregador “ciudades democráticas”. Las tecnologías libres, el procomún y el derecho a la ciudad, presentes en el subtítulo (7) del evento, hicieron funcionar el marco conceptual en una dirección específica. Las ciudades democráticas podrían ser un marco vacío, ocupable por las prácticas neoliberales. Habitado por prácticas del común y por la lógica de la democracia en red, el marco es otra cosa. Las ciudades democráticas tienen semejanzas con las ciudades rebeldes, pero su marco configura un espacio para mayorías. Las ciudades democráticas son una parte que aspira a ser el todo.

El uso del marco “Derecho a jugar”, en el proceso iniciado por el grupo Comunidades Propositivas (8), es otro buen ejemplo. El grupo de investigación y acción La Coctellera (9), de Participa Lab, escogió el marco “Derecho a jugar” en el encuentro co-creativo Cóctell 3 (10), para unir las cientos de propuestas alrededor de la infancia que existían entonces en Decide Madrid. Después, la Coctellera desplegó todo un abanico de técnicas y estrategias alrededor de “Derecho a jugar”. Su imagen principal, en la que se ven a unos niños en bicicleta, remite a la película Los Goonies, parte del imaginario de los padres y madres que participaron en el evento “Derecho a jugar: Diseña un Madrid más amigable con la infancia” (11). Se tunearon con rotuladores fotografías históricas de niños en la calle. Se grabó un rap con las hijas e hijos de las personas participantes. Se diseñó una serie de postales en las que un banco de un parque se transforma en un fuerte apache y un tobogán traslada a quien lo usa a Plutón. Se trabajó, a fin de cuentas, con narrativas, lenguajes y formatos diversos para la construcción afectiva de la comunidad.

Crear un marco simbólico propio es importante. Aunque, en muchas ocasiones, es insuficiente. Sin intervención en el lenguaje, el nuevo marco no será creíble. Sin imaginarios de futuro, los marcos pueden ser inocuos. Es difícil movilizar. Es difícil incentivar comunidades propositivas. ¿Existe alguna fórmula?Una palabra clave: narrativa. Una narrativa, en palabras de Rebecca Solnit (12), da sentido a una secuencia de eventos. Una narrativa construye un relato que relaciona elementos dispersos. En los tiempos líquidos y fragmentados del nuevo milenio, las narrativas raramente son lineales. Adoptan diferentes formatos. Siguen líneas temporales transversales. Fluyen en red. Cuando La Coctellera se autodefinió como “grupo de narrativas transmedia”, estaba asumiendo el desafío de nuestros tiempos enredados. El concepto transmedia describe el paso del mensaje de un medio a otro. Una narrativa puede (y debe) estar moldeada con vídeos, cómics, diseño gráfico y textos, entre otros elementos. Debe circular de un formato a otro.

El primer Cóctell, el encuentro de narrativas (13) inaugurado por La Coctellera en Medialab Prado, se convocó enunciando preguntas: “¿Existen narrativas propias de la participación? ¿Cómo se puede enriquecer la participación ciudadana usando diferentes narrativas y lenguajes? ¿Cómo se activan emocionalmente procesos colectivos y participativos?”. Los tres años de vida de La Coctellera, más que brindar respuestas categóricas, han propiciado el lanzamiento de múltiples prototipos narrativos (14). Esbozos, diseños, proyectos. Cuando el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha la denominada “#LaGranVotación” (15), para refrendar dos propuestas ciudadanas de Decide Madrid, La Coctellera activó estrategias narrativas para enchufar emoción al empoderamiento ciudadano

Cocinó a muchas manos un fanzine (16) de ficción en el que ciclistas recorrían la ciudad cargando urnas, y lanzó la web somosalcaldesas.org, en la que cualquier persona podía construir chapitas personalizadas de alcaldesa. En algunos momentos, La Coctellera apostó por procesos integrales, con múltiples escalas, como en “Derecho a jugar”. En otros, una simple cirugía narrativa era suficiente, como los irreverentes GIFs animados “#haztelasueca” (17), para apoyar la participación ciudadana en el Palacio Sueca, cedido por el ayuntamiento de Madrid a la vecindad. El colectivo italiano Wu Ming (18) lleva décadas preguntándose cómo construir narrativas colectivas:“¿Cómo hacer elevarse una sinfonía a partir del rumor de lo múltiple? ¿Cómo pasar –sin partitura previa– de un ruido de multitud a un coro? (19)”. Su apuesta son las narraciones de código abierto. El enfrentamientose produce entre narraciones abiertas y narraciones cerradas; entre historias que muestran el funcionamiento de la máquina mitológica e historias que lo esconden; entre narradores y vendedores de historias que buscan solo compradores. En este sentido, los encuentros co-creativos Coctell han sido un verdadero laboratorio de narraciones abiertas.Es importante construir marcos, símbolos, narrativas. Pero es crucial dejar espacios en blanco y tejer historias de código abierto para que la narración continúe de boca en boca, de click en click, de unicornio en unicornio.

El código abierto incentiva las historias que mutan, crecen y se expanden. El último proyecto de La Coctellera, “Story Cracia” (20), resume este espíritu abierto y la necesaria apuesta por lo inacabado. Las cinco historias teatralizadas escritas para el proyecto, que ayudan a visibilizar los mecanismos de la radicalidad democrática, podrán ser interpretadas por cualquier colectivo y en cualquier lugar. Podrán ser modificadas, ampliadas, adaptadas. Nuevas historias podrán sumarse al proyecto para reforzar el marco de la radicalidad democrática y las nuevas visiones de un futuro transformador. Un futuro que, en palabras de la poetisa islandesa Birgitta Jónsdóttir, ha de ser inclusivo. Un futuro que “no va a ser una única visión, sino un collage de visiones” (21) .

 

Referencias

(1) George P. Lakoff, No pienses en un elefante, Península, 2017.

(2) Roland Barthes, Mitologías, Biblioteca Nueva, 2012.

(3) “The Gender Unicorn” es una campaña de la organización no gubernamental PFLAG of Sturgeon Bay – Door County: http://www.pflagdoorcounty.org/2018/11/15/the-gender-unicorn.

(4) Patrias de Nailon. Falla Mossén Sorell-Corona 2016, javierjaen.com:javierjaen.com/Patrias-de-Nailon-Falla-Mossen-Sorell-Corona-2016.

(5) democratic-cities.cc/es.

(6) La primera edición de Ciudades Democráticas estuvo organizada por el D-Cent Project, el Ayuntamiento de Madrid, Medialab Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Más información: 2016.ciudades-democraticas.cc.

(7) “Tecnologías de los comunes y derecho a la ciudad democrática”.

(8) Ver el capítulo 6 de esta publicación, “Comunidades e inteligencia colectiva para la creación de políticas ciudadanas”.

(9) Presentación de La Coctellera: http://www.scribd.com/document/344262649/La-Coctellera-Narrativas-de-Participacion-Ciudadana.

(10) Se celebró el 14 de diciembre de 2017.

(11) Actividad “Diseña un Madrid más amigable con la infancia – #DerechoAJugar”: http://www.medialab-prado.es/actividades/disena-un-madrid-mas-amigable-con-la-infancia-derechoajugar.

(12) Rebecca Solnit, Wanderlust. Una historia del caminar,Capitán Swing, 2015.

(13) CocTELL: narrativas de la participación: http://www.medialab-prado.es/noticias/coctell-narrativas-de-la-participacion.

(14) En este documento está recogida la mayoría de proyectos de La Coctellera: es.scribd.com/document/344262649/La-Coctellera-Narrativas-de-Participacion-Ciudadana.

(15) Consulta los resultados de la primera votación de propuestas ciudadanas en DecideMadrid.es

(16) Este vídeo resume la elaboración del fanzine: http://www.facebook.com/antonio.giron.98/posts/10210391744484495. El pdf del fanzine estuvo colgado en el siguiente link: somosalcaldesas.org/data/FANZINACO-media.pdf.

(17) twitter.com/LaCocTELLera/status/851367159255248896.

(18) Wu Ming 1 dio una conferencia en el encuentro Cóctell 3 y colaboró en el desarrollo de las líneas narrativas iniciadas. Más información: wumingfoundation.tumblr.com/post/168248652555/madrid-el-próximo-14-de-diciembre-medialab-prado.

(19) Wu Ming, Esta revolución no tiene rostro, Acuarela Libros, 2002.

(20) StoryCracia.cc.

(21) Bernardo Gutiérrez, Pasado Mañana, Arpa Editores, 2017.

 

Derecha radical: a la caza de la gente común

Publicado en eldiario.es el 01/05/2019 Fotografía: Simpatizantes de Vox en un mitin  (usada en el artículo de eldiario.es)

El 9 de junio de 2017, una multitud esperaba en la plaça del Ángels de Barcelona el acto inaugural del encuentro Ciudades sin miedo escuchando la canción Commom People, del grupo inglés Pulp. El público aguardaba la aparición de Ada Colau y Manuela Carmena, alcaldesas de Barcelona y Madrid, mientras los altavoces escupían la desmelenada canción de Pulp, banda sonora oficial de las ciudades sin miedo. I want to live like common people, I want to do whatever common people do, I want to sleep with common people. Vivir, hacer, dormir como gente común. España, tras el ciclo de las plazas y la oleada municipalista, brillaba como uno de los pocos rincones del mundo donde la gente común tomaba el poder con discursos anti establishment y valores progresistas.

Tras la conquista algunas capitales españolas por parte de confluencias municipalistas, Pablo Echenique, miembro de Podemos, escribió el artículo Ahora, la gente común: «Con mis ojos de ciudadano común, lo que más me importa es que los representantes me representen: que sean como yo, que entiendan y vivan mis problemas».

A parte de España, India era entonces el otro rincón donde la rabia contra la política representativa y la corrupción se canalizaba hacia valores históricos de la izquierda como igualdad, justicia o inclusión. El Aam Aadmi Party (AAP), el partido del hombre común, arrasó en las elecciones locales de Nueva Delhi de febrero de 2015 al conseguir 67 de los 70 asientos. «Las mismas emociones que se han utilizado para impulsar políticas basadas en las castas también pueden usarse para impulsar una política inclusiva que estimule a los que antes tenían miedo», escribían Blair Glencorse y Dipanwita Das, del Accountability Lab. La fórmula contra la ultra derecha, antes de la llegada de Donald Trump al poder, parecía sólida: política desde lo local, transparencia, política hecha por amateurs (no por políticos profesionales), ciudades sin miedo, gente común, los de abajo.

Pocos años después de la cresta de la ola municipalista, la «gente común» continúa en el epicentro de los discursos anti establishment. Algo ha cambiado: los partidos de extrema derecha también están explorando el campo «gente común». Vox se presentó en un mitin de Orense como un partido de «gente común y corriente«, no de «políticos profesionales». Un discurso muy similar al que llevó a Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil o a Matteo Salvini a ser el hombre fuerte del gobierno italiano. ¿La nueva política vinculada al ciclo de las plazas, al municipalismo, al populismo de izquierdas, está perdiendo la batalla de la gente común?

Política Nutella. Matteo Salvini, primer ministro italiano, toma tostadas de Nutella todas las mañanas. Come pasta Barilla y chocolate Perugina Bacio. Bebe vino Barolo y cerveza Moretti. Salvini comparte a menudo en redes sociales sus gustos por estas marcas de precios asequibles que forman parte del día a día de la mayoría de italianos. Con una estrategia simple que huye de productos gourmet, Salvini conecta con millones de personas que recelan de las élites y de la clase política. Y construye un espacio de nacionalismo culinario para abonar sus medidas xenófobas y racistas. La campaña política del brasileño Jair Bolsonaro estuvo repleta de alusiones a la «gente común» y a «hombres simples». Elogió las músicas sertaneja y caipira, despreciadas por la izquierda. Y edificó un turbo-nacionalismo diferente sobre un orgullo identitario de las pequeñas cosas, repleto de símbolos que conectan con las rutinas de millones de personas.

Mientras la ultra derecha mundial sintetiza sentimientos e ideas complejas en imágenes simples, la izquierda se aleja el sentido común con discursos sofisticados. Mientras Trump, Salvini, Bolsonaro o Santiago Abascal moldean una única gran identidad (la nacional), las viejas y nuevas izquierdas se dispersan en las identidades múltiples de las minorías. ¿Pueden las luchas raciales, de género o sexuales unir a la gente común como el nacionalismo? ¿Las identidades múltiples pueden plantar cara a una identidad única, vigorosa y visceral? ¿Como sumar, para que multipliquen, esa luchas de las minorías?

Los últimos movimientos discursivos en la disputa por la gente común revelan dos contradicciones. La primera: aunque la ultra derecha construya su fuerza en hiper liderazgos, huye del súper hombre de masas de los tiempos fascistas. A pesar de que Salvini idolatra al Benito Mussolini que esquiaba a pecho descubierto, construye su estrategia alrededor de un súper héroe de andar por casa, de un personaje forjado a imagen y semejanza del ciudadano de a pie. Bolsonaro se esfuerza por vestir pantalón vaquero y chándal. Trump huye de cualquier sofisticación que recuerde a la élite del neoliberalismo progresista. El todo poderoso súper hombre nietzscheniano que seduce a las masas modula hacia un líder fuerte, casi siempre hombre. Un hombre que intenta hablar, comer y vestir como un ciudadano común. Falsos outsiders que canalizan el sentimiento anti establishment contra los partidos políticos para salvar, entre otras cosas, el capitalismo.

La segunda contradicción: quienes han teorizado más y mejor sobre la gente común desde la izquierda suelen provenir de una élite intelectual. Son percibidos, tal vez con la excepción de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, como intelectuales distanciados de la gente. La protagonista de la canción Commom People de Pulp que quería «dormir como gente común» era en realidad una griega rica que «estudiaba escultura en Saint Martin’s College». Al final de esta canción, un obrero le canta las cuarenta a la griega-rica-que-va-de-guay: «Fumas algunos cigarrillos y juega al billar / Imaginas que nunca fuiste a la escuela / Pero nunca lo harás bien / Porque cuando estás acostada en la cama por la noche / viendo cucarachas escalar la pared, /si llamas a tu papá, él podría detenerlo todo». Cuando Santiago Abascal dice «no leo libros, porque soy un hombre de acción», está hablando para un público específico.

El escrache que la Juventud del Frente Obrero hizo a Iñigo Errejón, candidato a la comunidad de Madrid por Más Madrid, en el madrileño barrio de Hortaleza, venía a decir algo parecido al himno de clases de Pulp: nunca vivirás como la gente común. «Os dedicais a poner parches a un sistema que no se puede parchear, no vais a la raíz del problema y habéis dejado a los trabajadores. La culpa de que haya partidos fascistas es vuestra», le recriminó un joven a Iñigo Errejón. La escena del escrache encierra, por lo menos, dos lecciones. Por un lado, tenemos a Iñigo Errejón, uno de los políticos que mejor ha estudiado la patria cívica y la evolución del término «pueblo» hacia la «gente», rechazado a pie de calle. Del otro lado, la Juventud del Frente Obrero, un movimiento que invoca un imaginario de clase popular del que la mayoría de los ciudadanos menos pudientes del Estado español no se siente parte. En medio de un fragmentadísimo tablero de juego en el que todas las subalternidades reivincidan su especifidad y diferencia, la ultra derecha opera con agilidad.

Tras los resultados de las pasadas elecciones, muchos analistas se han apresurado a decretar que España es la excepción. Cierto: la «España viva» de Vox no ha calado como algunos esperaban. Los resultados de Vox, excelentes en ciudades y barrios ricos, proviene en su mayoría, de desencantados del Partido Popular. Y su mensaje épico apenas ha conquistado municipios pequeños y la huerta almeriense y murciana, donde el porcentaje de la inmigración es muy alto. En los entornos urbanos, Vox patina. Sin embargo, conviene mantener la alerta. Vox ha conseguido un voto expresivo en barrios obreros de Madrid: 11,3% de votos en Carabanchel y 13,5% en Tetuán. El vídeo viral del obrero que defiende a Vox debería servir de acicate: aunque Vox no haya conseguido conquistar del todo los barrios más desfavorecidos, no hay que bajar la guardia.

Pensar que, en España, la gente común es sinónimo de clase obrera es un error. El perfil de la gente común atraviesa las ideologías. La gente común española no es necesariamente pobre. Tiene mentalidad propietaria. Abrazó la inclusión por el consumo del desarrollismo tardío español. Se empobreció con la crisis, pero no abandonó nunca su espíritu «clase medista». En muchos casos, el voto de la gente común es aspiracional: clases medias bajas que votan como si fueran clases medias altas. Por eso, la derecha en su conjunto sigue cosechando muchísimos votos en los barrios populares. El importante flujo de abstencionistas que han votado a Ciudadanos, apenas superado por el PSOE, revela que Albert Rivera está consiguiendo que su mensaje llegue a la gente común.

Épica cotidiana. Hace cuatro años, el municipalismo parecía haber encontrado una fórmula transversal de «los de abajo» contra las élites políticas y financieras: conectar prácticas ciudadanas de resistencia y acción más allá de las ideologías. El populismo de izquierda parecía haber apretado la tecla discursiva apropiada, con metáforas sorprendentes y con un nuevo lenguaje. A día de hoy, intentar «recuperar la ciudad» o «la política» en nombre de la gente parece insuficiente. Por un lado, quienes entraron en la política hace unos años son ahora políticos profesionales. Por otro lado, el populismo de izquierda ha tensado mucho el antagonismo y la polarización golpea ahora con vientos ultra derechistas. La identidad fuerte del nacionalismo se auto proclama el único salva vidas en el páramo arrasado por el neoliberalismo. En España, Vox no ha acabado de encontrar su fórmula. Pero se espeja en una ultra derecha mundial que empieza a conquistar el sentido común de una época anti establishment a golpe de tostadas de Nutella, expandiendo imágenes cotidianas llenas de épica y emoción. Encuentran enemigos y emociones compartidas. Y construyen comunidades de esperanza.

¿Existe alguna receta para combatir el tsunami identitario? ¿Qué símbolo, qué rito, qué lenguaje necesitamos para hacer que la «gente común» sienta que pertenece a algo sin que sea un sentimiento nacional, una clase social o una identidad minoritaria? ¿Cómo visibilizar lo que tenemos en común las víctimas de la crisis?

Mientras encontramos las respuestas, la ultra derecha avanza. Vox no ha fracasado: entra en el parlamento con 24 diputados. Urge encontrar espacios de pertenencias compartidas, construir símbolos colectivos que disputen la energía política a las banderas nacionales. Urge dibujar deseos esperanzados más fuertes que el miedo al futuro. Urge extender los valores de la ola feminista a la vida cotidiana para neutralizar los apelos de la extrema derecha a un «hombre común» que intenta monopolizar el campo «gente común». Es urgente alejarse de la solemnidad y la grandilocuencia que acompañan a los grandes ideales de la izquierda. Urge tejer una épica de la convivencia, del esfuerzo conjunto de la ciudadanía por estar juntos, por llegar a fin de mes. Y urge abandonar esa superioridad moral progresista que considerará siempre mejor la propuesta cultural de John Coltrane a la de Camela.

De lo contrario, la gente común seguirá bailando, cantándole a la vieja y nueva izquierda, como el obrero de la canción de Pulp, que nunca serán gente común:

You’ll never live like common people

You’ll never do what common people do

You’ll never fail like common people

 

Vivir, filtrar, respirar

Publicado por Bernardo Gutiérrez originalmente en eldiario.es

Ra, dios del cielo, dios del Sol y del origen de la vida en la mitología egipcia, basaba su poder en un secreto. En un nombre secreto que nadie conocía. Isis, la Gran Maga, hija de Ra, trató de averiguar el nombre secreto del dios que le daba el poder sobre el resto de hombres y dioses. Un día Isis recogió la saliva con su mano, mezclándola con la tierra, moldeando una serpiente: nacía la primera cobra. Isis colocó la serpiente en el camino que su padre recorría a diario, sobre su barca, atravesando las Dos Tierras. Cuando la cobra mordió a Ra, acudió a Isis, que accedió a sacarle el veneno a cambio de que revelara su nombre secreto.

-Venid, decidme, oh Señor, vuestro nombre, el nombre secreto que sólo vos conocéis, porque solamente vivirá aquel que es llamado por su verdadero nombre, dijo Isis

-Cuando salga de mi corazón, díselo a tu hijo Horus, después de que le hayas jurado por la vida del dios, y hayas puesto el dios en sus ojos.

Revelar un secreto arrebató el poder absoluto a Ra. La simple posibilidad de revelar su nombre secreto le dio a Isis la posibilidad de repartir el poder. Esta historia, recogida en En la confidencia, de Eloy Fernández Porta, revela que los secretos de Estado esclavizan a los pueblos. Los sacerdotes mayas usaban sus conocimientos astrológicos para predecir eclipses, equinoccios, tempestades. Cuando un viejo tirano muere de Alzheimer, se lleva secretos de Estado a la tumba, trapicheos macroeconómicos, enchufes políticos que trastabillaron la justicia social. La revelación de secretos, las confidencias, devalúan el poder. Cuantas más personas conozcan el secreto menos será su valor. Menos poder tendrá quien lo detenta. La confidencia es tan antigua como la vida, brota en el mismísimo corazón de la mitología. Y en estos tiempos convulsos en los que los banksters mueven los hilos, revelar la confidencia de los secretos que nos ocultan es una obligación moral. Llamémosle leak, filtración o simplemente justicia. Llamémosle X o Y, pero filtremos. Y entendamos de una vez que Julian Assange es el Jimmi Hendrix de nuestros tiempos. Transparencia para los gobiernos, privacidad para los ciudadanos. A los del God bless America les respondemos, en todas las lenguas del mundo: In leak we trust.

Desde el año 2011, el proyecto Global Leak exporta la filosofía de Wikileaks al mundo. Su software libre y su conjunto de herramientas han sido adaptados a decenas de países. Filtra.la, su nodo español, es parte de la red de Global Leaks. El sistema puede detener a Julian Assange, pero no puede enterrar una nueva filosofía y una nueva forma de hacer.

Confía en el leak. Filtra y vencerás. Y prepárense, sacerdotes de la opacidad de los mercados, porque todas las personas del mundo pueden filtrar. El kit de herramientas de Global Leaks permite que cualquiera pueda enviar de forma anónima informaciones relevantes. Y por eso es tan crucial defender el anonimato en Internet.  Si no queremos que el capitalismo financiero transforme nuestro mundo en cenizas,  filtremos. Mientras no exista la transparencia total para lo público, filtremos.

Las filtraciones no son una novedad. La historia está repleta de confidencias mitológicas, de nombres secretos revelados, de informaciones escondidas que vuelan como noticias de pólvora. Cuando el capitán John Sutter descubrió oro en California el 19 de enero de 1848, intentó mantener el secreto. Quería, por lo menos, acabar la construcción de un molino. Quería estar el primero en la casilla de salida. La noticia se filtró a los medios, provocando la gran estampida de la fiebre del oro. Cuando el telegrafista gallego Benjamín Balboa recibió en la estación de radio del Ministerio de la Marina de Madrid un mensaje del general Francisco Franco, sabía que estaba en su mano intervenir en la historia. Franco le daba instrucciones para enviar un mensaje codificado a todas las bases navales y navíos de España. Benjamín Balboa, sabiendo que si lo enviaba codificado apenas lo recibirían los oficiales golpistas, se rebeló contra sus superiores. Lo Envió sin codificar: filtró el mensaje. Muchos navíos fueron avisados y pudieron hacerse con el poder de los buques. La marina republicana bloqueó durante meses el estrecho de Gibraltar, evitando la llegada de barcos fascistas de Alemania.

Muchos especialistas consideran estos dos acontecimientos inconexos como el embrión de la cultura de las filtraciones. En 1963, el grupo de activistas Spies for Peace filtró los planes del gobierno británico para gobernar con mano de hierro después de una guerra nuclear. Publicaron la información en un panfleto Danger! Official Secret RSG-6, que enviaron a los medios de comunicación, políticos y ecologistas. En 1971, The New YorkTimes publicaba gracias a una filtración los Papeles del Pentágono, con secretos del Departamento de Defensa sobre las injerencias estadounidenses en Vietnam entre 1945 y 1967. El escándalo de Watergate, desencadenado por la filtración de una misteriosa fuente llamada Garganta Profunda, acabó provocando la dimisión de Richard Nixon. En 1986, Mordechai Vanunu, un técnico nuclear israelí filtró a la prensa británica detalles del programa de armas nucleares de Israel.

De Ra a Garganta profunda, de Benjamín Balboa a Julian Assange, la revelación de secretos ha desencadenado movimientos tectónicos en el planeta. Contamos con un nuevo ingrediente en el universo de las filtraciones: la expansión masiva de Internet ha quitado el privilegio a los periodistas y ha provocado un salto de escala. El whistle blower, término usado en inglés para quienes filtran, ya no tiene que relacionarse únicamente con periodistas. Cuando un analista de inteligencia destinado a Irak filtró información confidencial no buscó a los grandes medios. Chelsea, que en aquella época todavía asumía su identidad de hombre, Bradley Edward Manning, escogió a la organización Wikileaks. Chelsea Manning, filtró el escandaloso vídeo Collateral murder de Bagdag, 251.287 cables diplomáticos y 482.832 informes de guerra. Algunos de los cables de los Iraq War Logs y los Afghan War Diary tuvieron repercusión en los medios de comunicación de masa. Otros no. Wikileaks publicó todos los cables en su sitio. Rawinformation. Información en bruto. La inteligencia colectiva de la ciudadanía hizo el resto. ¿Qué mejor colaboración abierta distribuida que la de la ciudadanía monitoreando cada detalle de un conjunto de cables de Wikileaks? ¿Qué mejor inteligencia colectiva que la de una multitud divulgando cada detalle de las irregularidades, corrupciones y maniobras opacas de sus gobernantes?

Filtra es el respirar de las democracias del nuevo milenio. Filtrar es el estado natural de los demócratas. Filtrar es a la democracia lo que el agua para la vida. Vivir, respirar, filtrar. Vivir con el derecho a saber. Vivir en un mundo en el que el conocimiento fluya sin cercos. Y es que debajo de la filosofía leak subyace un valor tan o más importante que la transparencia: el derecho al conocimiento libre. Aaron Swart, en su Manifiesto de la guerrilla por el acceso abierto publicado en 2008, denuncia que el conocimiento que existe gracia a los fondos públicos se almacena en revistas privadas con acceso restringido: «Necesitamos tomar la información, donde sea que esté almacenada, sacarle copias y compartirla con el mundo».

La transparencia de la información y el conocimiento libre asustan al poder. Sin el monopolio de la información, el neoliberalismo de casino de nuestros tiempos se desmorona. Vivir, respirar, filtrar. Filtrar, recrear, compartir. Concluyo mi elogio de la filtración con una banda sonora en MP3. Poca gente recuerda que el formato MP3 nació en la universidad de Erlangen, en Alemania, en el año 1994. Nació con copyright, a pesar de ser una universidad pública financiada con los impuestos de todos los alemanes. Además, el software que permitía descodificar el MP3, el l3enc, se liberó en una edición limitada. Un hacker llamado SoloH tuvo acceso al código fuente del programa desde los servidores de la universidad y desarrolló una versión de calidad superior que inauguró la revolución del MP3 en Internet. Cuando la industria estaba ya presionando a la universidad de Erlangen para restringir más todavía el nuevo formato, un hacker altruista liberó el conocimiento. Pocos años después, el programa Napster posibilitó conectar cualquier ordenador con cualquier ordenador, intercambiar música en formato comprimido sin tener que comprar una versión original. El resto ya es historia. Ante la detención de Julian Assange, la pregunta que debemos hacernos es, ¿cuál es la historia que Ra, los dioses del cielo de Wall Street y capitalismo gore quieren detener? ¿Qué futuro pretenden evitar?

¿Qué hay después del final abrupto del fin de la historia?

Cildo Meireles. Serigrafía «Inserções em circuitos ideológicos: Projeto Coca-Cola». Colección Museo Nacional del Centro de Arte Reina Sofía. Todos los derechos reservado

Texto escrito por Bernardo Gutiérrez, Carmen Haro y Javier de Rivera en Democracia Abierta

El futuro ya no es lo que era. No está a la altura de las expectativas. Ha perdido el brillo inspirador de aquel siglo XX cargado de utopías. Los horizontes posibles se difuminan. Los sueños acumulados de la modernidad se deshilachan.

Desde que Francis Fukuyama decretase en 1992 El fin de la historia en un libro icónico que preveía un nuevo tiempo en el que las ideologías ya no serían necesarias, emergió un presente amniótico regido apenas por la economía global. El desplome de los gobiernos comunistas, según Fukuyama, consagraba a la democracia liberal como única alternativa.

Y ese pensamiento único, que aplastaba los matices de todas las sublevaciones y utopías, fue construyendo un presente plano sin posibles líneas de fuga. El movimiento punk empezó a colocar a finales de los años setenta la cláusula no future en el futuro mayúsculo de la modernidad.

Y aquel futuro siempre cognoscible, al alcance de la razón, modificable por los antojos y sueños de los hombres, fue desmoronándose bajo la melodía monocorde del neoliberalismo. No future, el fin de la historia, se acabaron las utopías mayúsculas.

En las tres últimas décadas, el neoliberalismo ha transformado el presente en un tiempo fragmentado y replegado sobre sí mismo. Un presente mimetizado con las formas, espacios y subjetividades del capital. Un presente bloqueado, partido, habitado por sujetos sociales dispersos,  incapaces de imaginar.

«La técnica se ha revelado una divinidad despótica, que anula el futuro, transformando el tiempo en repetición, ilimitada generación de fragmentos idénticos», escribió Franco Berardi BIFO en Después del futuro.

¿Qué hay después del final abrupto del fin de la historia? Si no existe el futuro, ¿qué emergerá tras el fin del presente?

La llegada de la crisis financiera global de 2008 supuso una interrupción del fin de la historia. La brutalidad de la crisis cuestionaba de lleno el pensamiento único y la infalibilidad de la economía. La disminución del bien estar, el aumento de las desigualdades y la escalada de tensiones en todas las regiones del mundo tumban de facto el mito de la eficiencia neoliberal.

Durante la última década, el estruendo del desplome del capitalismo de dirección única se ha hecho ensordecedor. Tanto que el mismísimo Francis Fuyuyama se arrepiente de sus tesis pretéritas y denuncia la incapacidad del neoliberalismo de regir el mundo: «Este periodo prolongado, que empezó con Reagan y Thatcher, en el cual se puso en marcha un set de ideas sobre los beneficios de la desregulación de los mercados, ha tenido un desastroso efecto en muchos sentidos (…)».

¿Qué hay después del final abrupto del fin de la historia? Si no existe el futuro, ¿qué emergerá tras el fin del presente?

Contradicciones propositivas

El ciclo Seis contradicciones y el fin del presente, ideado por Carlos Prieto y Chema González del Centro de Estudios del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, nació evocando la urgencia de volver a imaginar un horizonte de transformación., nació evocando la urgencia de volver a imaginar un horizonte de transformación. Y por eso llegó de la mano del Grupo de Estudios Críticos (GEC), una interfaz interdisciplinar para agitar el ciclo, una espacio colectivo de pensamiento, creación y acción.

Pensamiento a ras de suelo, procesado de forma colectiva, cocinado en red, multiplicado y adaptado al territorio del sistema-mundo

Cada sesión, protagonizada por ponentes de prestigio internacional, se arropa con un repertorio de lecturas críticas, debates, conferencias, producción colaborativa de contenido, proyecciones de películas, encuentros con movimientos sociales…

Pensamiento a ras de suelo, procesado de forma colectiva, cocinado en red, multiplicado y adaptado al territorio del sistema-mundo.

¿Cómo empezar a imaginar un futuro para este presente despedazado por la precariedad y la dictadura de los algoritmos opacos de las máquinas? ¿Qué inspiraciones pueden nacer en un marco artístico como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía? ¿Cómo hilvanar una red de utopías mínimas para habitar un tiempo donde, como auguran algunos, están volviendo los monstruos de la Europa de entreguerras?

La fotografía S/T, de la Serie Punk de Salvador Costa expuesta en la colección 3 del museo, De la revuelta a la posmodernidad (1962-1982), muestra un cuarto de baño con un retrete sucio y revistas esparcidas.

Una fotografía contradictoria, compuesta con portadas habitadas por cuerpos con pulsión de vida y un retrete con excrementos como metáfora de muerte. Mao Tse Tung consideraba que no todas las contradicciones eran antagonistas. Y que en la lucha de contrarios surge movimiento, creación y solución: «Los contrarios en una contradicción forman una unidad a la vez que luchan entre sí, lo cual impulsa el movimiento y el cambio de las cosas».

La sociólogo boliviana Silvia Rivera Cusicanqu, en su ensayo Un mundo ch’ixi es posible alerta sobre los problemas inherentes a cualquier síntesis y aboga por habitar la contradicción: “Es necesario trabajar dentro de la contradicción, haciendo de su polaridad el espacio de creación de un tejido intermedio (taypi), una trama que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, es ambos a la vez”.

Asumimos la contradicción como espacio de oportunidad

Aludiendo a 17 contradicciones y el fin del capitalismo (2014) de David Harvey, asumimos la contradicción como espacio de oportunidad. El ciclo Seis contradicciones y el fin del presente hace suya la metodología de Harvey y emplea el recurso de la contradicción para romper con el tiempo constante y homogéneo de la contemporaneidad neoliberal.

Desde el GEC entendemos que para auscultar posibilidades en un mundo asfixiado por la prolongación ad infinitum del no future no sirven los mapas previos. Como el futuro ha dejado de ser sinónimo de utopía, intentamos desentrañar las complejidades, pliegues y resistencias de nuestro tiempo a partir de las propias contradicciones del neoliberalismo.

Y de las brechas de oportunidades que surgen en esas contradicciones. ¿Qué presentes, qué futuros, qué colectividades, qué imaginaciones, qué afectos nos insinúa el ciclo Seis contradicciones y el fin del presente?

¿Qué lecciones extraemos de este incipiente ciclo?

Inventario de lecciones

Lección 1: Abrir los ojos a la magnitud del espionaje digital 

La obra de Nancy Spero forma parte de la exposición de Guerra y Memoria, que se puede visitar en la sala 104.2 del Museo Reina Sofía, junto con las obras del que fue su marido Leon Golub. Sus obras recogen su compromiso político contra la guerra de Vietnam, que en el caso de Spero cuentan también con una dimensión feminista, destacando el carácter fálico del imperialismo que anima la destrucción bélica.

En Search and Destroy (1977) recoge una expresión del argot militar que expresa la lógica robótica y alienante de la racionalidad orientada a la imposición del poder.

El capitalismo digital nos trae nuevos sistemas de gobierno basados en el análisis masivo de datos, lo que otorga a las corporaciones tecnológicas el poder de controlar la economía e incluso la democracia

En la conferencia y la sesión El capitalismo digital y sus descontentos de Evgeny Morozov aprendimos que, en la era del capitalismo digital, el poder del imperialismo se impone por medio de la lógica impersonal de los algoritmos.

AD06637.jpg Nancy Spero. «Helicóptero y payaso» , de la «Serie de la guerra». Tinta y gouache sobre papel. Colección Museo Nacional del Centro de Arte Reina Sofía. Todos los derechos reservados.

A su modo, estos algoritmos están también diseñados para “buscar y destruir”, es decir, para explorar sistemáticamente formas de acumular más poder.

Así, el capitalismo digital nos trae nuevos sistemas de gobierno basados en el análisis masivo de datos, lo que otorga a las corporaciones tecnológicas el poder de controlar la economía e incluso la democracia. Solo tomando conciencia de la verdadera magnitud del problema podremos atrevernos a pensar formas audaces para hacerle frente.

Lección 2: La necesidad de subversión

El artista brasileño Cildo Meirelles estampó en 1975 billetes del banco central de Brasil la pregunta “QUEM MATOU HERZOG?”, en referencia al periodista Vladimir Herzog, asesinado ese mismo año por la dictadura militar.

La acción, parte del proyecto Inserções em circuitos ideológicos. Projeto Cédula, exhibido de la Colección 3 del museo, consolidaba un objeto inacabado, eternamente modificable. Y mostraba una subversiva forma D.I.Y. (Do It Yourself) de burlar la censura.

Las redes digitales están modificando profundamente lo que denomina la “infoesfera sensitiva”

Franco Berardi Bifo, durante la conferencia de su sesión Subversión o barbarie. El fin del mundo tal y como lo conocemos, planteó una pregunta clave: ¿podemos transformar nuestro pensamiento crítico en memética mitológica?

Bifo escudriña cómo las señales y los estímulos de la híper producción semiótica de las redes digitales están modificando profundamente lo que denomina la “infoesfera sensitiva”. En su pregunta estaba implícita la respuesta: es posible.

La posibilidad de introducir mensajes y estímulos cargados de pensamiento crítico en la citada infoesfera digital configura una indiscutible y radicalmente nueva subversión.

Lección 3: Nuevas narrativas y cooperativismo

La barcelonesa Colita (Isabel Steva Hernández), fotógrafa y del movimiento feminista español, reflejó en Obreras. Trabajo o Faena los cuerpos femeninos fuera de la norma, del hogar e insertos en las fábricas.

AD06430_1.jpg Fotografía de Colita, serie «Antiféminas», 1976. Clorobromuro de plata virado al oro sobre papel. Colección Museo Arte Reina Sofía. Todos los derechos reservados.

La colección forma parte de su serie Antiféminas, expuesta en la sala 001.10 del Museo, en la que reflexiona sobre la construcción social de la mujer, muy influenciada por El Segundo Sexo de Beauvoir.

El capitalismo digital invisibiliza a escala global la explotación laboral, de los recursos naturales y de los propios usuarios

En su obra aparecen aquellos cuerpos y personalidades disidentes expulsados del espacio público, del relato histórico y encarnados en mujeres mayores, obreras y prostitutas. Las trabajadoras industriales, explotadas económica, personal y políticamente, eran el eslabón invisible de la cadena de montaje del capitalismo español en 1976.

En 2018, el capitalismo digital invisibiliza a escala global la explotación laboral, de los recursos naturales y de los propios usuarios a través de sus datos y su trabajo no remunerado.

Tiziana Terranova abrió su conferencia dentro de la sesión Sobrexplotados en infrapagados: Trabajo gratis, precariedad y creación con la infografía Anatomy of an AI System de Kate Crawford y Vladan Joler que refleja la invisible cadena de explotación de Alexa, el altavoz inteligente de Amazon. Y planteaba la necesidad de incorporar la acción social subversiva a estos mapas y de crear nuevas ficciones y una nueva subjetividad de la cooperación.

En esta línea, el cooperativismo de plataformas propuesto por Trebor Scholz en la misma sesión, plantea una alternativa basada en la gobernanza democrática, el co-diseño, la programación de código abierto y la propiedad colectiva. 

Lección 4: El valor del eco-feminismo antirracista 

Livro da Criação, de la artista brasileña Lygia Pape, es una obra  que habla tanto del origen de la tierra como del proceso de creación de cualquier pieza. Es un objeto sencillo, artesanal, que convierte a cada espectador en el eje central de la obra.

La narración abandona las palabras y se recoge sensorialmente transformando la experiencia en una obra única para cada persona. Y, a la vez, colectiva, en cuanto a que crece con cada cuerpo que interactúa con ella. Livro da Criaçao se convierte así en una obra abierta construida por un público diverso y universal.

Existe la necesidad de desplazar el centro de las narraciones androcéntricas y eurocéntricas hacia sujetos universales diversos

El trabajo de Lygia Pape conecta con la perspectiva de Keeanga-Yamahtta Taylor y Yayo Herrero, desarrollada en la sesión Racialidad y cuidados en la disputa por otras vidas, en cuanto a la necesidad de desplazar el centro de las narraciones androcéntricas y eurocéntricas hacia sujetos universales diversos.

Construir un relato colectivo que además reconozca nuestra ecodependencia y el valor de los trabajos invisibles para el mercado. En concreto, Taylor proponía centrar el relato en las mujeres negras, en la línea del manifiesto del Colectivo Combahee River.

Si se desplaza al sujeto privilegiado del centro y se pelea en común por el colectivo más oprimido, toda la sociedad avanzará en derechos.

Lección 5: Recuperar el futuro, imaginar el postcapitalismo

Antiguamente los libros se vendían intonsos, es decir, con las páginas unidas por el borde, de modo que su primer lector tuviera que separarlas según fuera descubriéndolas.

En la obra Intonsos de Javier Velasco se exponen ejemplares intonsos de El Capital de Marx, La República de Platón y Utopía de Tomas Moro, tres textos clásicos que nos hablan de crear una sociedad mejor y más justa.

El futuro es también como un libro intonso, un guión que tenemos que recorrer sin saber qué nos depara la siguiente página. En su obra, Velasco atraviesa cada libro con una lámina de cristal, simbolizando el presente que separa el pasado del futuro, abriéndonos a la creación de nuevas realidades.

Recuperar el futuro y pensar una salida a la aplastante mecanicidad del capitalismo es también la propuesta que nos sugirió Paul Mason en sus sesiones sobre Postcapitalismo: guía para la política del futuro que ya está aquí.

Imaginar el postcapitalismo es la condición necesaria para avanzar hacia una sociedad más igualitaria

Con Mason aprendimos que imaginar mundos posibles no es escapismo, al menos cuando lo hacemos desde la comprensión de las lógicas que nos han traído hacia la situación presente.

Así, imaginar el postcapitalismo es la condición necesaria para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, basada en la abundancia, el desarrollo cultura y la búsqueda de sentido vital más allá de la competición.

Una sociedad en la que, gracias a una organización más razonable de los recursos, podamos cambiar el rumbo destructivo del capitalismo y hacer frente a los retos del futuro.

Desnudando a Alexa

Una crónica asimétrica de la sesión ‘Sobreexplotados e infrapagados’ de Tiziana Terranova y Trebor Scholz. Publicado originalmente en en el site Gec-Madrid.org el 21 de septiembre de 2018

Bernardo Gutiérrez

El altavoz Echo es un poco más alto que una tostadora. Cuando se pronuncia la palabra mágica – por defecto es el nombre Alexa, aunque puede cambiarse – Echo se transforma en un smart speaker. El altavoz inteligente encuentra la música que le decimos en servicios en la nube como Spotify, nos informa del tiempo o de las últimas noticias. Una frase basta – “Alexa, encienda las luces” – para hacernos sentir dueños de nuestro propio destino. Amazon invirtió más de cuatro años de investigaciones en su Lab126 del Silicon Valley para poder comercializar su todo poderoso Echo. Alexa activa deseos. Alexa los satisface. Y Amazon multiplica sus lucros. “Un control manos libres permite a Alexa escucharte a lo largo de toda la habitación incluso cuando la música está tocando. Simplemente pregunta”, dice la publicidad oficial de Echo. 

La investigadora italiana Tiziana Terranova empezó su conferencia en la sesión Sobre explotados e Infrapagados, celebrada en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el día 13 de septiembre, desnudando a Alexa. Su dedo apuntaba a la pantalla. En la pared, la infografía Anatomy of an AI System escupía la invisible cadena de explotación de Alexa. Niños africanos esclavizados detrás del litio del altavoz, explotación en las cadenas de montaje de China, naturaleza esquilmada, trabajo no remunerado realizado por los propios usuarios y sus datos. La cartografía Anatomy of an AI System, desarrollada por la politóloga Kate Crawford y el teórico del arte Vladan Joler, es tan impactante que se ha convertido en una obra de arte en el Victoria & Albert Museum de Londres: “El mapa pone de relieve el extrativismo de estas empresas. No podrían funcionar sin algoritmos. Proliferan nuevas redes informales de trabajo asalariado y no asalariado, de trabajadores y usuarios que son también creadores”. A lo largo, de su charla, Tiziana Terranova, desnudando a la musa Alexa, desplegó una geografía del capitalismo digital repleta de espejismos. Terranova, en el visionario paper Free Labor: Producing Culture for the Digital Economy que publicó en el año 2000ya anticipó una época en la que todas las personas son una mezcla de consumidores, trabajadores, recursos y producto: un cognitariado precario al servicio de las grandes corporaciones. Tiziana denunció a lo largo de su intervención que la complejidad de las redes es invisible para nosotros: “nos limitamos a las interfaces de usuario, suaves y opacas”.

Trebor Scholz, segundo invitado de la sesión Sobre explotados e Infrapagados, presentó su concepto de cooperativismo de plataforma, reforzando la tesis de Tiziana: “Las grandes plataformas espían y recolectan datos de sus usuarios con cero transparencia sobre cómo lo hacen”. Si Tiziana desnudó a Alexa para visibilizar las múltiples capas de trabajo no remunerado en las que se basa, Trebor denunció el extractivismo financiero del capitalismo de plataforma gracias a su posición monopolística. “La automatización están aumentando el empleo directo y los derechos laborales se pierden. Las plataformas como Deliveroo se centran en los retornos a corto plazo para complacer a sus inversores. Están traicionando el contrato social”, aseguró Trebor.

Antes de viajar a Madrid, tanto Tiziana Terranova como Trebor Scholz habían recibido las conclusiones de las sesiones preparatorias realizadas por los miembros del Grupo de Estudios Críticos (GEC), vinculado al ciclo Seis contradicciones y el fin del presente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Tras debatir colectivamente los cuadernos de trabajo 4.1 (sobre Tiziana Terranova) y 4.2 (sobre Trebor Scholz), el GEC publicó sus conclusiones en un documento que visibilizaba algunas de las problemáticas y posibles soluciones del capitalismo digital. La conferencia y el taller de investigación desarrollados con Tiziana Terranova y Trebor Scholz navegaron sobre algunas de las preguntas-provocaciones lanzadas por el GEC.

¿Qué formas jurídicas pueden renovar el cooperativismo en la era de las plataformas? ¿Cómo construir discursos y subjetividades que combatan a la falsa economía colaborativa? ¿Cómo regular, limitar y controlar los excesos del mundo uberizado, nuevamente feudal e hipercentralizado?¿Cómo diseñar plataformas para que sean inapropiables e impidan que el capital vampirice los flujos sociales digitales?

Alexa, tenemos que hablar

Tiziana Terranova, forzando el strip tease de Alexa, que bien podría llamarse Roberto y ser un sirviente masculino, no apuntó con el dedo a la flamante inteligencia artificial por casualidad. Cuando el dedo apunta al extractivismo digital, sólo el idiota mira el dedo. El público, a través de la proyección de la obra de arte Anatomy of a System, consiguió visibilizar al monstruo de siete cabezas: al mismísimo “capitalismo cognitivo, biocognitivo, de plataforma y computacional”. Amazon pagó el pato. Aunque el lado oculto de la luna de este nuevo capitalismo / extractivismo digital está habitado por gigantes como Apple, Uber, AirBNB, Facebook o Netflix, entre un largo etcétera.

¿Qué soluciones propusieron los conferencistas? El terreno de combate es resbaloso. El espejismo digital está plagado de incentivos-placebos. De contradicciones monstruosamente nuevas. Compartir críticas al capitalismo digital en plataformas digitales como Faceboook es un dedo-luna: alimenta el problema. Alexa / Roberto, tenemos que hablar. Roberto, tenemos un problema. No enciendas la luz. No explotes a niños africanos. No espíes a todos tus usuarios, joder. Basta, Roberto. Tiziana Terranova alertó en su charla sobre un “riesgo Black Mirror” que nos haga pensar que “el futuro ha sido colonizado definitivamente”. Terranova esbozó posibles líneas de fugas: “Necesitamos espacios abiertos para revelar momentos de resistencia. Un mapa donde se exprese la relación de poder pero también los puntos de resistencia y los puntos de deseo. Un mapa que pueda incluir los actos de resistencia del propio dispositivo”. En el taller de investigación, Terranova insistió en la necesidad de la ficción, de novelas y series, de un story telling que consolide una nueva subjetividad de la cooperación. Y citó como ejemplo, La Casa de Papel, una serie de que tras su modesto paso por Antena 3 se viralizó en la plataforma global Netflix: “tiene algo, cierta energía”.

Por su parte, Trebor Scholz insistió en el concepto “cooperativismo de plataforma” que el autor desarrolló en 2014 y que protagoniza su libro Uberworked and Underpaid: How Workers Are Disrupting the Digital Economy. Scholz destacó la necesidad de que las plataformas digitales se rijan por principios de “gobernanza democrática, co-diseño, programación de código abierto y de propiedad colectiva”. El académico alemán, profesor asociado de Culture & Media Studies en The New School de Nueva York, repasó algunos proyectos que forman parte de su iniciativa platform.coop. Up & Go (tres cooperativas de mujeres migrantes en Nueva York que ofrecen servicios de limpieza) o Positive.news (cooperativa periodística) son algunos de los ejemplos de un movimiento que ya cuenta con con cientos de cooperativas en todo el planeta. Trebor reconoció que aunque las cooperativas de plataforma no son todavía una alternativa al capitalismo global, ofrecen soluciones locales: “Los servicios de ayuda a domicilio no tienen que ser globales. Pueden ser locales”, matizó Trebor.

cronicaTerranovayTreborImagen del taller de investigación de la sesión ‘Sobreexplotados e infrapagados’

Durante el taller de investigación, celebrado durante la mañana, del día 14, salieron a la luz muchas de las contradicciones del capitalismo de plataforma. ¿Cómo explicar que haya escritores contentos con Amazon porque cobran más que con una editorial tradicional? ¿Cómo juzgar a los jubilados que ofrecen sus casas en airBNB que sin esos recursos tendrían que abandonar sus ciudades? Tras la intervención de Javier Gil, miembro del Sindicato de Inquilinas e investigador académico especializado en el “efecto AirBNB”, afloraron de golpe las subjetividades del neoliberalismo. “Ya no es 1%frente 99% ni la derecha contra la izquierda. Es un mix extraño”, afirmó Javier Gil. Son estilos de vida. Personas interiorizando subjetividades fabricadas en los sótanos de la ideología californiana que denunció Richard Bardbrook hace décadas: gente que compra la idea de ser nómada y duerme en sofás los fines de semana para alquilar sus apartamentos” (Javier Gil) o propietarios que entran en airBNB y usan la narrativa de la solidaridad, porque sin esos recursos no pueden pagar el alquiler (Trebor Scholz).

Tiziana Terranova habló de la denominada common fair, una economía que beneficia al bien común y que no sigue las lógicas del mercado. Insistiendo en la necesidad de ficciones, invitó a ponerse manos a la obra: “No es tanto cómo acabar con ellos, sino cómo coexistir con ellos. No es una falta de ideas, sino como llevar a la práctica las ideas. Necesitamos vivir como si existiera una solución aunque no la haya”. Trebor Scholz pidió osadía y determinación a los gobiernos contra el capitalismo digital: “Necesitamos intervenciones que cambien las relaciones de poder”.

———————————————————————————————————————

Este texto ha sido posible gracias a las notas tomadas por Carmen Haro durante la sesión ‘Sobre explotados e infrapagados’ y a las contribuciones de los participantes en las sesiones preparatorias del GEC.

Imagen de portada: Anatomy of a System, obra de Kate Crawford y ladan Joler, que denuncia la explotación oculta tras el Echo smart speaker de Amazon, que responde al nombre de Alexa. La obra está expuesta en el Victoria & Albert Museum de Londres.

La Gran Transición

Fotografías: Olmo Calvo / eldiario.es. Licencia: Creative Commons compartir igual

La Gran Transición es el noveno capítulo del libro Pasado Mañana que publiqué en 2017. Más información sobre el libro aquí. 

Cuando el holandés Gijsbert Huijink intentó instalar placas solares en su casa de la ciudad de Banyoles (Gerona), se topó con un muro: un tupido laberinto jurídico que vetaba la posibilidad del autoconsumo energético. Nada de placas solares. Nada de turbinas eólicas. «Si me quería conectar a la red para rellenar las baterías y para volcar mi sobrante tenía que pagar un dineral. Eso obviamente está dirigido a frenar la eficiencia energética», aseguraba Gijsbert en una entrevista.1

Gijsbert Huijink canalizó su rabia. Cocinó una dulce venganza colectiva: la fundación de la primera cooperativa energética de España, Som Energia. Con ayuda de su mujer, sus alumnos de la Universidad de Gerona, amigos y vecinos, Huijink fundó Som Energia con un objetivo claro: ayudar a cambiar el mercado energético español. Y no va mal encaminado: de los 150 contratos iniciales en 2010 llegaron a la cifra de 48.8480 a principios de 2016. Y crece a un ritmo de 250 nuevos por semana, siendo la cooperativa energética de mayor crecimiento de Europa. Además, desde que Som Energia rompió el hielo han aparecido al menos otras nueve cooperativas energéticas más en España, como GoiEner, La Corriente o Nosa Enerxía. También han surgido iniciativas como Ecooo en Madrid, una «empresa no lucrativa en la que los beneficios se destinan a generar tejido social, a la divulgación y sensibilización sobre la transición hacia un modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia y las energías renovables».

Sin embargo, las cifras están muy lejos de las 800 cooperativas energéticas de Alemania, país que protagoniza sin hacer mucho ruido lo que Jeremy Rifkin denomina la Tercera Revolución Industrial2. Rifkin habla también de una Gran Transición basada en energía totalmente renovable, la conversión de edificios en plantas de energía, baterías recargables, redes de distribución de energía eléctrica inteligente (smart grid), transporte basado en el vehículo eléctrico e internet de las cosas, que posibilita conectar objetos en red. «Centenares de millones de personas producirán su propia energía renovable en hogares, oficinas y fábricas y compartirán electricidad verde en un internet de la energía del mismo modo que hoy generan y comparten información. Cuando las comunicaciones por internet gestionen esta energía verde, cada persona se convertirá en su propia fuente de energía tanto en sentido figurado como literal. La creación de un régimen de energías renovables que alimenten edificios, se almacenen en forma de hidrógeno, se distribuyan por un internet de la electricidad y alimenten medios de transporte de emisión cero establecerá un mecanismo que permitirá a miles de millones de personas compartir energía con un coste marginal cercano a cero. En la nueva era, cada uno de nosotros se convertirá en un nodo del sistema nervioso de la biosfera»3.

Mientras el mundo avanza hacia la Gran Transición de las energías renovables, España sigue arrodillada por el famoso impuesto al sol:4 una serie de peajes que gravan la energía que se produce con paneles solares y obstaculizan la suficiencia energética. Mientras en países como Holanda los autoconsumidores recuperan la energía que vierten a la red sin pagarla, en la España del impuesto al sol los autoconsumidores no reciben nada por la energía que vuelcan en la red, a pesar de pagar altísimos peajes. Mientras la isla griega de Kythnos 5consolida un proyecto de microrred energética distribuida pionero en el mundo, la España de Mariano Rajoy refuerza el dominio centralizado de las multinacionales6 sobre las energías renovables y sufre récords de precio de la energía durante las olas de frío. ¿Conseguirá España, que fue líder en energía solar, recuperar los años perdidos del impuesto al sol? ¿Ganará Gijsbert Huijink su batalla personal contra lo que Mario Rodríguez, director de Greenpeace España, denomina oligopolio eléctrico?

Rosa Martínez, de Equo, diputada en el Congreso por Vizcaya por Unidos Podemos7, desmonta con un efervescente deslizar verbal todos los clichés sobre la ecología. Le da la vuelta a las lógicas del mercado con pasmosa agilidad: «Somos usuarios de energía, no somos consumidores. Porque es un derecho». Tras unos minutos de charla en la nueva sede del partido Equo de Madrid, los partidos verdes son puro tobogán, fiesta semántico-imaginativa, estructuras políticas sin tópicos ni carcasas. En el argumetario de Rosa los partidos verdes siempre son otra cosa. «En Europa, los verdes no son partidos ambientalistas. Son partidos políticos con una propuesta holística, transversal. Tienen tres pilares: justicia ambiental, democracia participativa y justicia social. La ecología es algo transversal. Cuando yo hago política económica, fiscal, social, política exterior, política migratoria, tengo que tener en cuenta la dimensión ambiental y los recursos naturales para asegurar los derechos. Asegurar los derechos en el siglo XXI pasa por un uso justo, democrático y sostenible de los recursos.

Nada más transversal que la calidad de vida. ¿Quién no quiere respirar mejor aire? ¿Quién no quiere pagar menos en su recibo de la eletricidad? ¿Quién no quiere tener alimentos sanos?». La periodista canadiense Naomi Klein comienza su último ensayo Esto lo cambia todo describiendo su visita a la sexta Conferencia Internacional Sobre Cambio Climático, epicentro global del negacionismo climático8, celebrada en junio de 2011. En el primer capítulo «La derecha tiene razón: el poder revolucionario del cambio climático», Klein describe el gigantesco lobby negacionista que bombardea los medios de comunicación con informes falsos y demanda judicialmente a quienes alertan públicamente sobre los riesgos del cambio climático. El Heartland Institute, un think tank ultraderechista vinculado al negacionismo, llevó a cabo una campaña en vallas publicitarias en las calles de Chicago con fotos de Ted Kaczynski, el terrorista Unabomber, y una frase: «Yo todavía creo en el calentamiento global. ¿Y tú?»9. Naomi Klein llega a una conclusión contundente: la derecha neoliberal no puede aceptar el calentamiento global porque hacerlo significa el fin de sus políticas económicas, de su modelo de producción e incluso de sus creencias antropocéntricas. Por eso, exministros británicos entonan eslóganes como el «verde es el nuevo rojo»10. Por eso, el mismísimo expresidente de España, José María Aznar, arremetía en 2008 contra los «abanderados del apocalipsis climático». Por eso, los lobbies negacionistas califican el ambientalismo como un ataque frontal contra las libertades individuales y el estilo de vida de las clases medias. «El cambio climático hace saltar por los aires el andamiaje ideológico que sostiene al conservadurismo contemporáneo. Un sistema de creencias que vilipendia la acción colectiva y declara la guerra contra toda regulación de la actividad empresarial y contra lo público es irreconciliable con un problema que exige una decidida acción colectiva y una contención drástica de las fuerzas del mercado, que son las principales responsables de la creación y el ahondamiento de la crisis».

Rosa Martínez apuesta por un mantra para la Gran Transición: «Yo produzco mi propia energía y decido qué hago con ella». Rosa formula y responde la que es una de las grandes preguntas de nuestros tiempos: «¿En manos de quién ponemos las renovables, del oligopolio o de la ciudadanía?» «A través de empresas municipales, de cooperativas, de pequeñas empresas, de redes de intercambio peer-to-peer de energía entre usuarios». El dilema parece ineludible. Energía de las élites o energía de la gente. Energías centralizadas o energías distribuidas. Energía obtenida a partir de tecnología libre o energía dependiente de patentes de grandes corporaciones. Para Rosa no hay duda. El futuro ya está aquí. «En Alemania, el 60 % de las renovables está en manos de pequeños productores, de granjeros. En España, el 80 % de las renovables está en manos del oligopolio y de las grandes empresas. Ese modelo más social, más colectivo, de autogestión, se contrapone a las grandes empresas. La solución no es nacionalizar servicios energéticos, sino tener unas instituciones que garanticen que aunque yo no sepa de tecnología, yo tenga el mejor precio y las condiciones de quien sí está en la tecnología». Naomi Klein también opina que la solución no pasaría em ningún caso por la nacionalización energética: «Mejor modelo sería el de un nuevo tipo de empresa de suministro energético gestionada democráticamente por las comunidades que usen sus servicios, ya fuese en forma de cooperativa, ya fuese en régimen de bien comunal»11.

Marcha-verde-Puerta-Sol-Madrid_EDIIMA20190315_0748_20

Desde el sexto piso del palacio de Cibeles, la silueta de Madrid muerde un azul profundo con su dentellada irregular. Inés Sabanés, delegada del Área de Gobierno de Medioambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid,se asoma al horizonte urbano desde su mesa de trabajo. Suspira al recordar la batalla del aire que libró en diciembre de 2016 contra los sectores más conservadores. «Había que hacerlo», musita. Una batalla sorprendente: por primera vez, la capital de España aplicó los protocolos de contaminación y limitó duramente la circulación en vehículo privado en el centro de la ciudad. El 28 de diciembre el Ayuntamiento de Madrid prohibió circular en el interior de la M-30 a los vehículos con matrícula par, debido a la superación reiterada de los umbrales máximos de dióxido de nitrógeno12 . La batalla del aire la ganó el sentido común. «La decisión del Ayuntamiento de Madrid de limitar el tráfico por la contaminación es justa. No sé si es nueva o vieja política: es valiente», tuiteó el periodista de La Vanguardia Enric Juliana. La conversación desemboca por inercia en la recuperación del espacio público para los ciudadanos. Los cortes de tráfico en la Gran Vía madrileña, centro de los ataques del Partido Popular, son apenas la punta del iceberg de lo que viene. «La situación del espacio público no es ni sostenible ni racional. Sobre el debate de la Gran Vía, ¿por qué criterio alguien se cree con derecho a utilizar veinte veces más el espacio y con más coste que el resto, que las bicicletas o los peatones? Me imagino una ciudad sin graves problemas de calidad de aire. Una ciudad con la capacidad de pasearla, de vivirla, de moverse en distintos tipos de transporte. El transporte público es una pieza esencial, pero también la bicicleta y los trayectos peatonales».

Sabanés piensa y siente otro modelo de ciudad, y considera muy inspirador que lo puedas ver «en un momento determinado». Un modelo de ciudad, aquí y ahora. Una escenificación de mundo. Visibilizar otro modelo de ciudad tiene que ver con el paseo del Prado sin tráfico y con conciertos para niños realizados gracias a la energía producida al pedalear en las bicicletas estáticas del Cicla Lab.13 Visibilizar otro modelo de ciudad tiene que ver con los cientos de intervenciones sostenibles que ocurrieron en Madrid durante La Celeste, la semana europea de la movilidad. O con participar en las super illes de Barcelona, que empiezan a moldear el asfalto sin la circulación de coches. Al mismo tiempo, Inés Sabanés reconoce que las necesarias visiones efímeras del nuevo mundo son insuficientes. El círculo lo completan las medidas permanentes y la combinación de diferentes acciones. Inés entra de lleno en una de las grandes apuestas de la alcaldesa Manuela Carmena: el Área de Prioridad Residencial del centro de Madrid, un proyecto que vaciará de tráfico el distrito centro en 2018. «Confío en la combinación de la puesta en marcha del Área de Prioridad Residencial, en la Gran Vía peatonal con un carril bus incorporado, en el plan de movilidad ciclista, en más autobuses públicos sin emisiones. Hemos comprado 400 autobuses limpios». Sabanés destaca también la ampliación de BiciMad, empresa de alquiler de bicicletas que acaba de pasar de manos privadas a la gestión nunicipal.

La remunicipalización o recomunalización 12 de empresas privadas ha sido una de las grandes apuestas de los gobiernos del cambio de España. La Coruña, Santiago, Cádiz, Zaragoza, Valladolid, Barcelona u Oviedo se encuentran inmersas en pleno proceso de remunicipalización de algunos servicios básicos. En una treintena de municipios de Cataluña 14están recuperando el agua como servicio público. No hay vuelta atrás: la senda de la remunicipalización es una tendencia global. En los últimos 15 años se han producido 235 casos de remunicipalización de los servicios de agua en 37 países y en ciudades grandes como Berlín, París o Yakarta. «Son derechos obvios, imprescindibles. No hay duda de que servicios esenciales como el agua o el control energético tienen que ser públicos y se concretan mejor en una empresa pública. No solo es más eficiente, sino que hay que garantizar un acceso universal y justo. El problema es que los ayuntamientos españoles están intervenidos por el techo de gasto15. Los ayuntamientos tienen que poder remunicipalizar un servicio sin que el techo de gasto lo impida», asegura Inés Sabanés.

La regidora confirma que, a pesar de las dificultades que acarrea la deuda pública heredada, Madrid se encuentra en pleno proceso de recuperacion de autonomía municipal. La municipalización de BiciMad y la creación de la Empresa Municipal de Servicios Ambientales16 son los primeros casos. Habrá más. La inercia global empuja, legitima, da alas, ofrece argumentos. Los procesos de remunicipalización de servicios han tumbado, en palabras de Naomi Klein, uno de los pilares ideológicos de la era del libre mercado: que los servicios privados son siempre superiores a los públicos17. Y existe un sector clave que redobla las pruebas de que el sector público es más adecuado para la gestión que el privado: la energía. José María González, «Kichi», alcalde de Cádiz, ha convertido la ciudad en la mayor comercializadora de electricidad 100 % renovable de España. Ada Colau ha creado una comercializadora pública basada en energías renovables que buscará la colaboración con particulares y con el sector para impulsar la energía fotovoltaica. Entre otras cosas, el ayuntamiento alquilará azoteas para instalar paneles solares. Y la ola renovable, en muy poco tiempo, ha cristalizado en un consenso de hierro, prácticamente indiscutido. La energía del Ayuntamiento de Madrid es 100 % renovable desde el 1 de enero de 2017. Y más de 700 ayuntamientos de España han contratado energías renovables.

Inés Sabanés coloca sobre la mesa una ecuación de ahorro económico, eficiencia energética y criterios ambientales: «El nivel institucional tiene que poner un marco legal e investigador. También soporte para la gestión. Un marco para los usuarios, para los ciudadanos, para pequeñas empresas. Hay que dar paso a la iniciativa cooperativa de la ciudadanía y a un modelo abierto que debería llevar a cabo la verdadera revolución energética. El liderazgo de las ciudades en el cambio climático es imprescindible». El imaginario del nuevo mundo cabe en una palabra: Energiewende, la revolución energética. La narrativa del cambio también. Los políticos alemanes comparan la Energiewende con el aterrizaje en la luna del Apolo18. La Gran Transición que hará que en 2050 la gran mayoría de la energía consumida en Alemania sea limpia, renovable. Energiewende, el proyecto de toda una generación. El ensayo de un planeta sostenible. Alemania considera la Energiewende como combustible de una verdadera tercera Revolución industrial mundial con liderazgo germánico. Dicha revolución se está desarrollando de dos maneras. Una consiste en implementar el internet de las cosas de arriba abajo, desde diferentes capas de gobiernos. La otra es lateral: muchas ciudades dotan de microcentrales a sus edificios, instalan microrredes para la distribución de electricidad, fomentan el transporte con vehículos eléctricos. La Horb Ecumenical Energy Cooperative de Stuttgart es un ejemplo de la influencia que pueden tener las cooperativas para transformar la generación y el consumo de energía.19 La gran transición alemana es un ciclón en marcha, sobre todo a nivel ciudad y gobiernos locales. Hamburgo y Berlín votaron en referéndum local la remunicipalización de sus empresas energéticas, dando la vuelta a la ola privatizadora de la pasada década. La votación en Hamburgo tuvo lugar el 22 de septiembre de 2013. El 50,9 % de los votantes apoyó una remunicipalización de la electricidad, el gas y los sistemas de calefacción. En Berlín, la votación celebrada en 2013 cosechó un resultado espectacular: el 83 % de los votantes aprobó la creación de una empresa basada en energía 100 % renovable. Sin embargo, el ejemplo más contundente es el de la ciudad de Munich. La empresa pública Stadtwerke München ha revolucionado la gestión de la energía, del agua, del gas natural y del transporte público. En 2015, Munich celebró la autosuficiencia energética con el 100% de procedencia de renovables. Mientras la caverna mediática española ridiculiza la batalla por el aire limpio de Inés Sabanés, Alemania se entrega a su silenciosa e imparable Energiewende.

Marcha-verde-Puerta-Sol-Madrid_EDIIMA20190315_0711_20

El futuro ya está aquí. Es casi presente. Pablo Iglesias, hablando del oligopolio energético español, apuesta por un nuevo tipo de nacionalización: «Fíjate, nos gusta el artículo 128 de la Constitución20, pero decimos: la manera de entender el propio concepto de nacionalización puede tener diferentes interpretaciones. Hoy muchos ayuntamientos alemanes han hecho nacionalizaciones a nivel local remunicipalizando el servicio eléctrico. Apostar por una transformación del modelo energético implica apostar por el autoconsumo, pero también por un plan nacional de transición energética que implique la rehabilitación de edificios para que sean más eficientes, generando empleo, o un plan de ahorro energético que haga no depender a nuestro país solamente de recursos que hay que comprar en un mercado mundial que no controlamos.Vamos a aprovechar lo que tenemos aquí. Tenemos sol, tenemos viento e incluso tenemos una capacidad empresarial de pequeñas y medianas empresas que pueden construir un modelo mucho más eficiente, sensato y sostenible respecto al modelo de las grandes eléctricas».

A pesar del oligopolio energético que domina España, el presente ilumina lo que viene: algunos chispazos de políticas públicas, profundas novedades tecnológicas y cambios radicales de los hábitos de la sociedad. Rosa Martínez interpreta el presente como linterna de cambio, como escaparate de lo que viene: «En las cooperativas energéticas tenemos un germen distinto de producir y comercializar energía frente al oligopolio. Estas nuevas maneras de producir, de vivir, de relacionarse, pueden ser las claves del mañana. Nuestra Seguridad Social existe por las cajas de resistencia de los trabajadores del siglo XIX. ¿Quién no te dice a ti que los grupos de consumo no son el germen de algo que de aquí a unos años esté institucionalizado?».

El presente como tubo de ensayo. Como casi-futuro. El boom de las compras colectivas de productos orgánicos como otro modelo de consumo sostenible y de proximidad. El proyecto Madrid Agrocomposta, que surgió desde la sociedad civil y que el Ayuntamiento de Madrid ha convertido en proyecto piloto municipal, como modelo de gestión de residuos. El plan de reducción de emisión de dióxido de carbono de la ciudad de Copenhague21 y su megainversión en turbinas eólicas como la verdadera batalla del aire. Los autobuses de hidrógeno de Reikiavik como modelo de transporte público. La prohibición de venta de agua embotellada en San Francisco como herramienta para un mundo sin residuos plásticos. Los huertos urbanos en los tejados de estaciones de tren de Japón como ejemplo de autoconsumo de vegetales. El mercado de ropa de segunda mano del Ayuntamiento de Estocolmo como espacio ideal para otro tipo de mercado textil. Las más de mil zonas verdes de la ciudad brasileña de Curitiba como sueño vegetal de cualquier urbe. La empresa india Power Systems, que usa biomasa en forma de cascarilla de arroz para alimentar 90 centrales eléctricas, como visión de la nueva industria. El proyecto BedZED de Londres, con sus tejados forrados de placas solares, como prototipo de la era de la pos burbuja inmobiliaria. Los elevadísimos impuestos de la ciudad de Oslo a los vehículos más contaminantes como herramienta fiscal de la sostenibilidad.

«La política fiscal es la herramienta menos utilizada en el cambio de matriz productiva de España. Con la fiscalidad puedes decir “apoyo a estos sectores, esta manera de producir”. Hay que legislar en lo que se produce, cuánto y cómo se produce, forzar a que el consumo sea menor. La compra pública tiene que tener criterios sociales, laborales, pero también ambientales», afirma una decidida Rosa Martínez. Naomi Klein defiende enérgicamente que los que más contaminan paguen más: «Que los contaminantes paguen debería guiar la financiación del clima. Responder a la crisis del cambio climático puede beneficiar a una mayoría de las personas».

A pesar del millonario despliegue del lobby negacionista, existe un amplio consenso de la opinión pública global sobre el calentamiento climático. Y la sostenibilidad, especialmente en la España del cambio, está convirtiéndose en un nuevo sentido común. La hegemonía será verde o no será. Ocho de cada diez españoles considera que las medidas para luchar contra el cambio climático son una oportunidad para mejorar nuestra calidad de vida22.

Ni los sectores más conservadores discuten la creación de dos millones de empleos vinculados a la sostenibilidad que se podrían crear hasta 2020. El acuerdo de la cumbre de París, al que se comprometió hasta el presidente Obama, es una bofetada de hierro al negacionismo. Contra los lobbies. Contra el mismísimo capitalismo. Una maldita evidencia: el planeta Tierra o será verde o no será. El ser humano se extinguirá. ¿No es posible imaginar —se pregunta Jeremy Rifkin— que el siguiente paso en la aventura humana nos lleve a una conciencia de la biosfera y a una expansión de la empatía que incluya a toda la humanidad como una familia y a los otros seres vivos como una extensión de nuestra familia evolutiva?. Rosa Martínez lo tiene claro: existe en estos momentos una gran hegemonía ecologista: «Son cuestiones de sentido común, intuitivas». ¿Cómo sacar provecho electoral del magma-consenso verde? Un dato: Juan Antonio López de Uralde, estandarte del partido verde Equo, cosechó el mejor resultado en una provincia para Unidos Podemos: el 30,87 % de los votos en Álava. ¿Cómo desplegar narrativas indestructibles de la Gran Transición? Una intuición: la campaña ciudadana El Súper Voto23 encierra algunas claves del presente-casi-futuro: ¡para combatir la política gris, ponte verde! Una frase-horizonte: «Cuando la población local es dueña de los parques eólicos y participa de los beneficios, les dan todo su apoyo. No dicen

NIMBY (Not in my back yard, no en mi patio trasero), si no lo contrario, PIOL (Please in our land, por favor em nuestra tierra)»24.

1 Eva Dallo, «El holandés que ha puesto en jaque el sistema ener-

gético español», El Mundo, 10/1/2016.

2 El concepto de Jeremy Rifkin fue avalado por el Parlamento Eu-

ropeo en 2006.

3 Jeremy Rifkin, La sociedad de coste marginal cero.

4 El impuesto al sol fue derogado em octubre de 2018

5 La energía distribuída es el el eje en el que se basa el capítulo sobre

energía de los comunes de la investigación Buen Conocer / FLOK Society.

6Mario Rodríguez, «¿Por qué el Gobierno rinde vasallaje al oligopolio eléctrico?», The HuffingtonPost, 21/9/2013.

7En la actualidad Rosa Martínez es Coordinadora de Elkarrekin Podemos en el País Vasco.

8Movimiento que niega el cambio climático y el efecto del ser humano sobre la innegable subida de temperaturas.

9 Leo Kickman, «Heartland Institute compares belief in global

warming to mass murd», The Guardian, 4/5/2012.

10 Frase habitual de Nigel Lawson, exministro de Economía y Ha-

cienda de Margaret Thatcher.

11 Naomi Klein, Esto lo cambia todo.

12 El corte de tráfico fue el preámbulo del proyecto Madrid Central, puesto em marcha el 30 de noviembre de 2018

13 Los cortes de tráfico en el paseo del Prado se realizan todos los domingo desde 2015. El proyecto Calle Abierta contaba con la colaboración del Cicla Lab para producir energía limpia en los conciertos celebrados los domingos por la mañana en el paseo del Prado de Madrid.

14 Oriol Solé Altimira, «La remunicipalización del agua llama a la puerta de Catalunya», eldiario.es, 26/10/2016.

15Referencia a la Ley Montoro que impide la creación de empresas públicas mientras exista deuda pública.

16 La empresa se encargará del cuidado de los parques históricos y de especial protección, del mantenimiento de los puntos limpios y de las labores de conservación del río Manzanares.

17 Naomi Klein, Esto lo cambia todo.

18«Revolución energética en Alemania, cómo combatir el cambio

climático», National Geographic.

19 Jeremy Rifkin, La sociedad de coste marginal cero.

20«Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio, y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general».

21Copenhague es una de las ciudades protagonistas del documental Mañana, dirigido por Cyril Dion y Mélanie Laurent. Morten Kabell, delegado de la Administración Técnica y Medioambiental de Copenhague, comparte los planes de reducción de CO2 de la capital danesa: «Hemos reducido un 40 % las emisiones de CO2. Hemos invertido mil millones en turbinas eólicas, y en retirar el carbón y el petróleo de los sistemas de calefacción».

22 Informe «Empleo verde en una economía sostenible», Fundación

Biodiversidad y Observatorio de la Sostenibilidad en España, 2010

23 El Súper Voto es una campaña ciudadana que apostó por el componente verde para apoyar a Unidos Podemos en junio de 2016.

24Frase de Preben Maegaard, expresidente de la Asociación Mundial

de Energía Eólica, citada por Naomi Klein en Esto lo cambia todo, p. 172.

Brújulas sin norte

Reportaje publicado en el número de diciembre de Tinta Libre.

Hace más de una década, el colectivo italiano Wu Ming cuestionaba el eje norte-sur del mundo: «¿Dónde buscar el norte y el sur? ¿dónde buscar la estrella polar o la cruz del sur cuando nos enfrentamos a la coexistencia de una élite muy rica de un país asiático y de chinos sin papeles reducidos a la esclavitud en una tienda de alimentación del nordeste italiano? ¿O a la coexistencia de los “hombres-topos” en las alcantarillas de Nueva York y de un cortesano de Brunei?».

En el inicio de la antiglobalización, el pensamiento altermundista defendía la justicia y otro modelo económico para el mundo. El Foro Social Mundial nacido en Porto Alegre en 2001 seguía apoyado en algunos marcos acuñados en el norte, como «sur global» o «progreso». Sin embargo, la convivencia física de culturas, resistencias y pueblos del mundo durante los foros visibilizó que en los márgenes del mundo occidental estaba creciendo un rebelión que iba más allá de la economía.

En el Foro Social Mundial desembocaban escritos que desde los años cincuenta enfrentaban el sistema colonial desde sensibilidades raciales, culturales, sexuales o científicas. Los textos anticoloniales del martiniqués Franz Fanon, claves en la independencia de Argelia, empezaron a dialogar con las críticas a la Ilustración francesa del senegalés Achile Mbembe, con el inventario de saberes del sur que recopilaba el portugués Boaventura de Souza Santos, con la mirada queer y fronteriza de la chicana Gloria Anzaldúa, con la cosmovisión indigenista inclusiva del levantamiento zapatista de enero 1994. Si occidente reconoce que la modernidad ha dado paso a la postmodernidad, ¿como tendrían que definirse el pensamiento crítico actual contra el colonialismo? ¿Postcolonialismo? La pregunta contiene una trampa. Reconocer la postmodernidad implica aceptar la modernidad europea como marco. ¿Cómo deshacer la trampa-marco?.

Hacia la interculturalidad. Franz Fanon, en las conclusiones de Los condenados de la tierra de 1961, lanzaba una batería de intuiciones: «Vamos camaradas, el juego europeo está definitivamente terminado, es necesario encontrar otra cosa». La postmodernidad europea era una continuidad de un juego secular. La «otra cosa» tenía que deshacerse de «la cosa», del concepto de modernidad. Del mecanicismo de Newton que reduce la complejidad del universo a la lógica científica. Del utilitarismo de Francis Bacon que otorga a la ciencia el poder de someter a la naturaleza. De la razón binaria de René Descartes. La Ilustración europea redondeó la trampa / cosa. Y dotó a la razón de la modernidad de un carácter falsamente universal, cogiendo una parte por el todo.

Yayo Herrero, en su texto Hacia una antropología que reconozca los límites y la vulnerabilidad, denuncia el lado oscuro de la razón ilustrada: «Las personas perdieron la consideración mágica de la naturaleza. La idea moderna de naturaleza se abre paso contra el concepto medieval de lo sobrenatural e inabarcable». La Ilustración apuntaló, como estudió Mijaíl Bajtín en su clásico La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, los mitos, las leyendas y el humor grotesto del medievo. El senegalés Achile Mbembe, en su libro Crítica de la razón negra, denuncia duramente el proyecto de universalización: «La disciplina colonial formaliza – y justifica através de la razón-, dos mecanismo de organización de la sociedad y de lo político: el Estado y el mercado«.

Uno de los primeros rayos inspiracionales para encontrar la «otra cosa» llegó en 1987, con la publicación del libro Borderlands / La frontera: The New Mestiza de la chicana Gloria Anzaldúa. En esta obra pionera, publicada en España por Capitán Swing, Anzaldúa crea el campo del “pensamiento fronterizo», un espacio de resistencia identitaria de los individuos que viven en los límites de las naciones. «La rigidez significa la muerte, solo manteniéndose flexible puede la mestiza expandir la psique», escribió Anzaldúa.

El filósofo argentino Walter Mignolo dio una vuelta de tuerca a la teoría de Anzaldúa con un»pensamiento fronterizo crítico» que no esté subalterno a occidente e incluya «lo otro». La pedagoga ecuatoriano estadounidense Catherine Walsh ha sido otra de las artífices de la»decolonialidad». Reconociendo el «sujeto-otro» y «pensamiento-otro», Walsh desmonta el falso universalismo de la modernidad europea.Visibilizar la decolonialidad, escribe Walsh, es «visibilizar las luchas en contra de la colonialidaddes de la gente y sus prácticas sociales, epistémicas y políticas». Walsh introduce también el concepto de «interculturalidad», una herramienta que permite «pensar y crear una condición social distinta tanto del conocimiento como de existencia». La interculturalidad pone a diferentes culturas a dialogar entre sí, de igual a igual. La multiculturalidad mantiene a diferentes culturas segmentadas, bajo los marcos occidentales.

Llegó la transmodernidad

Catherine Walsh, en la introducción de su libro (Re)pensamiento crítico y (de)colonialidad, denuncia la geopolítica del conocimiento colonial. La opresión política y el extractivismo económico no serían posibles sin la esfera del conocimiento, sin la epistemológica. «La postulación del conocimiento científico como única forma válida del producir verdades sobre la vida humana y la naturaleza, como conocimiento que se crea «universal», invisibiliza y silencia otras epistemes», escribe Walsh. El volumen Epistemologías del Sur, organizado por Boaventura de Sousa Santos, es un reconocimiento internacional a la pluralidad de saberes, conocimientos y culturas del mundo. «El Sur – afirma Boaventura en la introducción del libro – es aquí concebido metafóricamente como un campo de desafíos epistémicos, que buscan reparar los daños e impactos históricamente causados por el capitalismo en su relación colonial con el mundo».

El filósofo argentino Enrique Dussel, para competir con la producción del conocimiento eurocéntrica, enuncia la «transmodernidad» y lo «pluriversal». En su Filosofías del Sur esboza el concepto de transmodernidad: «Una futura cultura trans-moderna, que asume los momentos positivos de la Modernidad, tendrá una pluridiversidad rica y será fruto de un autético diálogo intercultural y debe tomar claramente en cuenta las asimetrías exisentes». La transmodernidad, según un esquema de Dussel, sería un horizonte inclusivo para la propia modernidad, para China, para la India, para la culturaamerindia, la islámica y para otras culturas. Desde Kenia, Ngũgĩ Thiong’o manifiesta la necesidad de «desplazar el centro, que se ha asumido como tal, Occidente, a una multiplicidad de esferas en todas las culturas del mundo».

Un nuevo mestizaje. El paquete decolonial, todavía vinculado a lo anticolonial y a lo postcolonial, ha conseguido sacudir al pensamiento occidental hegemónico. Su nuevos marcos (transmodernidad, pluriversalidad) y herramientas (interculturalidad) van limando las dicotomías de la modernidad. Una de sus propuestas es un nuevo tipo de mestizaje. El mestizaje de Gloria Anzaldúa es un «más allá», un océano que supera el binarismo occidental. Un mestizaje que permite ser cosas sin dejar de ser otras. Es más trans que multi. Este mestizaje intercultural es radicalmente diferente al relato de mestizaje que se usó en América Latina o África para anular la diversidad.

Por su parte, la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui resalta la palabra ch’ixi del diccionario aymara-castellano: Ch’ixi como “gris con manchas menudas que se entreveran”. Es un gris en que la contradicción – lo blanco, lo negro – no se sintetiza ni se fusiona, sino que se habita. Desde lejos, lo ch’ixi parece un tercer color. De cerca, se observa que son colores opuestos.

En Bolivia, el mito imperante en el movimiento indigenista es el retorno del Tawantinsuyu, a una cultura indígena pura. Cusicanqui revela subjetividades ch’ixis, grupos socio culturales ch’ixis que combinan formas de organización occidentales y originarias con formas ancestrales. Ni la utopía del retorno del Tawantinsuyu ni la utopía de un desarrollo capitalista ni la revolución proletaria sirven según Cusicanqui para la Bolivia actual. El mundo ch’ixi busca trabajar dentro de la contradicción. Silvia Rivera invita a pensar lo ch’ixi, lo manchado, como algo propio tanto del indio como del blanco.

¿Dónde buscar el norte y el sur, pues? La decolonialidad, sin los imanes de la modernidad, es una brújula en construcción. Tal vez sea una antibrújula que, desplazando el centro, haga legítimas todas las orientaciones.

Cuando la alcaldesa es una máscara de la multitud

*Texto publicado en EL LIBRACO. Al final ganamos las elecciones, editado por el Movimiento de Liberación Gráfica de Barcelona (MLGB) y Movimiento de Liberación Gráfica de Madrid (MLGM), en colboración con Madrid con Manuela. Compra el  libro aquí.

El 19 de mayo, el hashtag #SomosManuela explotaba en Twitter, se convertía en Trending Topic en España durante varias horas. Daba la vuelta al planeta, lleno de ilustraciones buenrollistas. El chute de empoderamiento colectivo, navegando sobre el #SomosManuela, acababa de sobrepasar la última frontera de la campaña: el control de Ahora Madrid sobre la misma. Era oficial: había llegado el desborde. Nadie, ni dentro de la máquina oficial de la campaña de Ahora Madrid ni entre los que se habían sumado desde fuera, controlaba más el meteorito. Cualquier intento de control sobre la creatividad e interferencias de la multitud en la campaña de las elecciones municipales era ya inviable. Los medios de comunicación de Madrid y la propia Manuela Carmena interpretaban todo de forma unilateral: la ciudad de Madrid se rendía a una candidata valiosa, con gracejo, historia y visión de futuro. El devenir del hashtag #SomosManuela, un par de días después de la tormenta emocional del Trending Topic, brindaba una clave en la dirección opuesta. Clave que pasó desapercibida, faltaría más, para el bien pensante establishment progre:

 

https://platform.twitter.com/widgets.js

El tuit de Madrid Con Manuela (@madconmanuela) invitaba a ser Manuela, pero de una manera inusual. Presentaba un ecléctico conjunto de máscaras carnavalescas de Manuela Carmena: desiguales, incompletas, re-apropiables. El tuit conducía a un callejón (con salida) de Facebook, en donde un parrafito presentaba las máscaras manuelistas: «Atrévete a ser Manuela. Ponte la máscara del bien común. Ponte una máscara manuelista. Sal a la calle. Ponte la máscara del cambio en tus perfiles en Facebook, Twitter, Instagram». Manuela, dentro de la máscara, no era Manuela: éramos todas. Manuela era un relato coral e inacabado, una historia abierta, modificable por cualquiera. Especialmente disruptiva fue la comunidad de Facebook Doy mi cara por Manuela que incentivaba el cambio de las fotografías de los perfiles personales por ilustraciones o fotos de Manuela Carmena. Todas éramos Manuela: un sueño inacabado, imperfecto, colectivo, emocional.

A pesar de que desde la campaña oficial se había lanzado un vídeo en la dirección de la «candidata apropiable», titulado Alcaldes Vosotrs, no había explotado lo suficiente. La plataforma AhoraManuela.org, también de la campaña oficial, usaba la idea Ahora Tú. Pero el lugar de enunciación de ambas, el adentro de la campaña institucional, impedía que quienes se estaban acercando al «manuelismo« lo abrazaran sin tapujos. Seguía habiendo muros, brechas, arribas-abajos, centro. En Barcelona, el vídeo El Run Run, de Ivan Lagarto, se pegaba en el cerebro, hacía bailar y sonreir, pasaba de whatsapp en whatsapp, sonaba en la radio, con Ada Colau desternillándose. El run run era defender un rumbero bien común, y punto. La campaña oficial de Barna también estaba atravesada por afueras, multiplicidades, deseos, transversalidades y gamberrismo en la línea del unofficial-official de Las reglas de Internet donde nació la identidad colectiva de Anonymous. Pocos sospechaban que el municipalismo tomaría el poder unas semanas después en algunas de las principales ciudades de España, entre ellas Madrid y Barcelona. Por ello, bucear en el magma creativo, ciudadano, gráfico y emocional que propició el tan citado «desborde’ runrunesco-cuántico es un deber. La historia en mayúsculas está en los detalles. En los paisajes, en los márgenes donde no escríben los líderes o las alcaldesas. El deber de contarlo es doble cuando diferentes facciones, especialmente en Madrid, se auto proclaman responsables del éxito de las candidaturas municipalistas. ¿Habría bastado con esa suma asimétrica y molona de Podemos, Ganemos, disedentes de Izquierda Unida, Equo o la propia Manuela Carmena para asaltar el ayuntamiento de Madrid?

La mejor respuesta es una serie de preguntas: ¿Cómo se produjo el desborde? ¿Fue casual o planeado? ¿Quiénes buscaron la pérdida del control? ¿Habría sido posible el desborde desde las campañas oficiales?

Dispersión afinada en el mismo tono

Dos años después de la ocupación de las plazas del 15M, tras un maratón de asambleas poliédricas y de muchos frustrados intentos de consensos, apareció la web de un misterioro Comité Disperso, con un lema-mantra: «Se puede ser no siendo». El Comité Disperso reivindicaba la dispersión como «forma organizativa» y apostaba por no centrarse en las estructuras, sino en el proceso, para posibilitar «confluencias temporales y consiguientes alejamientos…». El final de su presentación al mundo anticipaba algunas de las claves del ensamblaje comunicativo que ocurrió en la recta final de las campañas municipalistas, especialmente en Madrid: «Se puede estar sin estar siempre. Se puede ser sin ser lo mismo. Se puede participar sin que implique casarse con nadie, ni dejar de tener vida propia».

La irrupción inicial del Movimiento de Liberación Gráfica de Barcelona (MLGB) y del Movimiento de Liberación Gráfica de Madrid (MLGM) cumplió un papel vital: desajustar la campaña, redibujar el tablero de juego, ampliándolo. Y más importante todavía: comprobar que existían otros lugares de enunciación de la campaña. El «afuera«, con sus capas quincemayistas de redes y emociones, entendió el recado. La incorporación de Madrid Con Manuela, además de reforzar el afuera como lugar de enunciación política, acabó de configurar la polifonía que el ruso Mihahil Batjin define como un «discurso que incorpora otros discursos», una narrativa de muchas capas, sonoridades, que retroalimenta espirales, fugas.

Si los movimientos de liberación gráfica consiguieron con creatividad ácida legitimar nuevos lugares de enunciación de la campaña, Madrid con Manuela consiguió encontrar el tono y el metalenguaje para Madrid, algo que Barcelona había conseguido unas semanas antes. Encontró el tono que la campaña oficial de Ahora Madrid no había encontrado. Un tono positivo, agregador, deseante, lleno de horizontes, en el que cabían múltiples creatividades. Bajo el paraguas del nuevo tono, que completaba y equilibraba el gamberrismo de los MLGB / MLGM, se podía dibujar círculos sobre el agua. El color y aroma del Himno a Manuela Carmena, mi alcaldesa, «una adaptación rumbotrónica-easylistening-canción Manuela«, en el que Belén Coca remezclaba el clásico de Julio Iglesias, contenía los latidos del nuevo tono. La canción oficial de Ahora Madrid, compuesta por el futuro concejal Nacho Murgui, dejó de ser el epicentro. Al lado del Himno a Manuela Carmena, mi alcaldesa y de muchas canciones nuevas que vendrían esos días, el tema oficial era una nota más en una polifonía mayor, coral, descentralizada.

El evento FIESTÓN por la democracia en Madrid, creado en Facebook desde el entorno de Madrid con Manuela, acabada de redondear el tono y espíritu del desborde. Convocado para el domingo 24 a las 22.00 horas, invita a bailar en cada plaza, a bailar por Manuela: «El #runrún ya manda señales. Nuestra venganza será ser felices. El próximo #24M comienza el cambio. Baila en tu plaza. Baila por Manuela. Ve con amigos. Lleva confeti. Y purpurina. Un ingrediente básico: ilusión. El FIESTÓN durará cuatro años (y los que vengan)». Bebiendo transversalmente del «si no puedo bailar esta no es mi revolución» de Emma Goldman, el FIESTÓN suponía un rapapolvo a la política clásica. La playlist del FIESTÓN por la democracia, unofficial-oficial, hecha de forma colaborativa en el perfil Mc Manuela de Spotify, pedía pista, baile, purpurina.

Y una vez que la multitud, el coro mediático, la campaña oficial y los comentaristas del establisment sonreían incrédulos ante el manuelismo, llegaba la vuelta de tuerca del #SomosManuela: el desborde. Perder el control nunca es fácil. Siempre es un riesgo. Un desafío. Perdiéndolo antes de tiempo, todo se puede desinflar, desaparecer, dispersarse sin ninguna conexión. Sin embargo, una vez que se tiene el tono, un suelo común en el que todo suena afinado, estamos preparados para perder el control. El municipalismo lo consiguió. El desborde ensambló un denso ecosistema de nodos dispersos bajo un nuevo marco simbólico, un tono entusiasmante y nuevos rincones de enunciación política. Todos éramos Manuela y Ada. Y el mundo temblaba cada vez que empuñábamos un cartel municipalista en nuestro Twitter o en una plaza.

Prototipos, identidades mutantes

Felipe Gil y Francisco Jurado, en el texto Desbordarse para ganar, esbozan esta nueva realidad que va más allá de los spin doctors políticos, los consultores y los gabinetes de los partidos. En su texto hablan de narrativas inclusivas e inacabadas. De prototipos abiertos, tan habituales en la denominada cultura hacker, en la que todos pueden modificar el plan, añadir líneas código y fases a un proceso colectivo. El producto – una web, un programa – pasa a ser un proceso, un prototipo eternamente inacabado, en constante estado de mejora. No hay modelo, pero tenemos prototipos. Felipe Gil y Francisco Jurado hablaban también de identidades mutantes, remezclables, apropiables. Manuela no era una identidad cerrada, única. No era tan diva como pensaron los medios de comunicación o la propia Manuela. Y las máscaras de Manuela que recorrían la red a velocidad de la pólvora, eran más que Manuela. Eran Manuela + 1, +1000, Manuela + otras identidades, sensibilidades. Colocándose esa máscara en el perfil de Facebook o en la cara, la ciudadanía iba dando forma a un cuerpo colectivo, a una nueva máscara de la multitud. Dejarse invadir y confiar en una construcción colectiva y descontrolada”, matizaban Gil & Jurado.

A su vez, la filosofía del boca a boca más clásico, que encaja totalmente con el denominado peer-to-peer, entró en juego. El peer-to-peer que conecta nodos en una red no centralizada, en el que todos pueden relacionarse con todos sin pasar por ningún centro, explotó en la primavera municipalista, especialmente en el sprint final madrileño. La famosa topología de red distribuida era eso: de par a par, de boca a oreja, de bicicleta a bicicleta (bici2bici), todos con todos, de forma transversal. Madrid con Manuela lanzó varias iniciativas para convencer de forma personal a amigos y familiares. La primera fue 1=10: recluta para la causa a diez personas. Cada nodo, iba involucrando a otros nodos. No había centro ni necesidad de pasar por Ahora Madrid. La lista de acciones distribuidas, que ignoraron el epicentro de lo «oficial», sería infinita. Todo fue un boca a boca en red, analógico, digital, transmedia, sensual, multiplataforma.

Chuck Norris hostia a Espe

Al final del 19 de mayo, el mismo día en el que el #SomosManuela reinaba en los asuntos más hablados en Twitter de España, apareció en You Tube un vídeo titulado Chuck Norris, hasta el gorro de la prepotencia de Esperanza Aguirre, creado por un usuario particular. En el vídeo, subido horas después de debate televisivo entre Esperanza Aguirre y Manuela Carmena, Chuck Norris comienza a irritarse con «la hipocresía y manipulaciones de Esperanza Aguirre» durante el debate. Al final, harto de Espe, Chuck Morris entra en la campaña manuelista destrozando la televisión (y a Espe). El vídeo es una remezcla de un pedazo de una peli clásica protagonizada por Chuck Norris. El vídeo rozaría la ilegalidad, aplicando las leyes de propiedad intelectual. Y es totalmente inasumible por una campaña política oficial. El adentro nunca se atrevería a hacer algo así.

Y es que la remezcla, una de las características de la convergencia cultural que Henry Jenkins definió hace más de una década, fue constante durante el desborde.Remezcla, copia descarada, cortapeguismo, creación-collage, alteración de códigos, cambios de sentido, desviaciones, detournement, culture jamming. Inteligencia colectiva. Valía todo. Un único límite: la imaginación. Las remezclas se incorporaron con desparpajo a la polifonía del desborde. Y de qué manera: La libertad guiando al pueblo de Delacroix versión castiza, portadas de discos de los Sex Pistols con Manuela, carteles de películas famosas, personajes de Star Wars apoyando a Ahora Madrid… Un diseño, en el que se veía a Manuela Carmena con metralletas, con fondo de montañas alpinas a lo Heidi, rozaba lo esperpéntico: también era inasumible por ninguna campaña oficial. Las diferentes piezas creativas – unas creaciones originales, otras remezclas de iconos comunes – fueron configurando una nueva capa de memes que ponían el engranaje a rodar en direcciones inesperadas.

La memética, con sus toneladas de virales e idas-de-pelota, hacían funcionar la campaña de otra manera. Creó un nuevo sentido compartido a la recta final de la campaña. Y los mensajes oficiales, los programas municipalistas, ideas de fondo repetidas con mucha solemnidad por los candidatos, salían reforzados. Joss Hand, en su articulo El meme no es el mensaje, alerta sobre la insuficiencia de los memes y virales para la consecución de objetivos sociales o políticos. El meme cumple su función disruptiva pero, en palabras de Joss Hand, «se necesitan movimientos alternativos que puedan comprometerse a una contraofensiva a largo plazo para influir la opinión pública«. Las campañas de la #ManuelaManía diseñaron una capa de memes e iconos a largo plazo extremadamente efectiva, que se complementaban con los mensajes oficiales. Julio Iglesias proyectado en una pared pidiendo el voto para Manuela es un meme que romp el disenso contra Ahora Madrid e hizo visible la nueva esfera de significados, propuestas y expectativas escondidas por el telón de los grandes medios de masas.

La ciudad como sujeto político

El día 19 de mayo se celebró un mitín poético en la plaza de Tirso de Molina de Madrid. La estampa, transformando la plaza en ágora poética, era/es/será una metáfora superlativa del desborde: “No lo reflejaron ni los responsables de comunicación de Ahora Madrid, ni comentaristas, ni opinadores, con la Plaza de Tirso de Molina abarrotada escuchando poemas, sin discursos electorales pero con contenidos muy políticos”, asegura tras las elecciones Rubén Caravaca, vinculado a la asamblea Austria del 15M, después a Ganemos Cultura y ahora a Ahora Madrid Cultura. Y es que el camino al MundoReal (TM), según un ya mítico artículo de @Ciudadano_Zer0, es arduo. Pensar que una viralización en las redes digitales es suficiente para ganar una campaña es un espejismo. «Si solo llegas hasta aquí, no estás consiguiendo una verdadera viralidad sino simplemente endogamia«, afirma @Ciudadano_Zer0. El desborde municipalista, con las linternas intuitivas de la inteligencia colectiva, encontró el camino al MundoReal (TM), a la ciudad, a sus calles, bares y plazas. La campaña oficial ni siquiera se enteró de muchas de las acciones territoriales. Personas con letras gigantes de Manuela recorrían la ciudad. Los #ProyectoresConManuela estampaban imágenes de la candidata de Ahora Madrid por las paredes, algunas incluso en la casa de la archienemiga Esperaza Aguirre. Madrid con Manuela organiza sprints para empapelar paredes, procesiones con creaciones gráficas. Se creó incluso un mapa digital llamado Manuela y tú, donde se mapean acciones por Manuela. Las calles de las ciudades de España eran una plataforma comunicativa más, complementaria a las digitales.

Mitopoiesis: la disrupción como fiesta

La ciudadanía transformó a Manuela Carmena, Ada Colau y el resto de candidatos confluyentes en un deseo-cuerpo común. La ciudadanía creó una marea de mitopoiesis, ese proceso de creación colectiva de mitos tan difícil de encontrar. “La campaña pro Manuela es un relato que no hubiera aceptado otro emisor que la propia ciudadanía, no podría haber sido gestionado por una estructura al uso”, comentaba un amigo del manuelismo, meses después del «milagro«. Por eso, cuando alguien de PODEMOS, de Ahora Madrid, de Ganemos, del Patio Maravillas, de Izquierda Unida o de Equo, se atribuyan el monopolio del éxito de la campaña, lo mejor es sonreír y colocarse una máscara de Manuela. O de Chuck Norris. Decidle que sí, que fuistéis importantes, pero la campaña la ganamos todas. Tampoco tendría sentido achacarle el triunfo a los desbordes gráficos. Eso: fuimos todas.

Un párrafo del libro Mitologías de Roland Barthes, que describe la subida del río Sena a su paso por París en los años cincuenta, sirve de metáfora de las disrupciones subjetivas de la era red, que tienen en el desborde municipalista un ejemplo vivo. La disrupción como fiesta, como celebración ritual, como marea que transborda, desborda y resideña la arena de la realidad: «Toda ruptura un tanto amplia de lo cotidiano introduce a la fiesta. Así, la crecida no sólo eligió y descentró algunos objetos, si no que trastornó la cenestesia misma del paisaje, la organización ancestral de los horizontes: las líneas habituales del catastro, las cortinas de árboles, las hileras de casas, las rutas, el propio lecho del río, esa estabilidad fundamental tan bien preparada por las formas de la propiedad, todo fue borrado, lo rugoso fue convertido en suave planicie: no más vías, ni orillas, ni direcciones; una sustancia plana que suspende el devenir del hombre».

Cómo derrotar a la ultraderecha sin pronunciar la palabra fascismo

Publicado originalmente en eldiario.es el 26/11/2018 y republicado en Open Democracy, en castellano e inglés.

(Entradilla) El triunfo de Bolsonaro en Brasil encierra importantes lecciones para la izquierda mundial. Para ganar la batalla a la ultra derecha, las izquierdas deben entender que se enfrentan a un enemigo fragmentado diferente del unitario fascismo histórico

El 12 de octubre de 2014, un conjunto de artistas convocó en São Paulo un acto de apoyo a Dilma Rousseff, candidata presidencial del Partido dos Trabalhadores (PT). Artistas como Otto, Karina Buhr o Lucas Santana manifestaron su apoyo crítico a Dilma en un evento llamado Treze tons de vermelho (trece tonos de rojo). Aécio Neves, candidato del conservador Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), lideraba las encuestas. La polarización de la campaña había subido en decibelios. El tono de ambos candidatos era visceral. Se respiraba odio. Se invocaba el miedo. Ambos lados estaban apostando por un binarismo categórico.

Algunas corrientes minoritarias del PT intentaban renovar las narrativas con iniciativas como Podemos Mais, para intentar conectar con las multitudinarias protestas de junio 2013, las denominadas «jornadas de junio». Sin embargo, la campaña oficial de Dilma Rousseff era un rodillo contra las nuevas narrativas y prácticas surgidas desde 2013. El evento Treze tons de vermelho era una bocanada de aire fresco en medio del lodazal electoral. Mandaba un recado a las consignas unitarias y los símbolos históricos del PT. Rojo sí, pero con trece tonos.

Detrás de las luces y estéticas de aquellos conciertos estaba el activista Paulinho Fluxus. Paulinho, que no esconde su izquierdismo, llevaba años recorriendo São Paulo vestido de rosa, con un carrito de supermercado con cañones de plástico. El rosa era su nuevo rojo. « Ese color de la fragilidad puede tornarse potente. Un carrito de supermercado es capaz de enfrentar a cincuenta hombres de la tropa de choque y salir ganando en la foto», afirmaba en 2013 a Folha de São Paulo.

Durante las jornadas de junio, Paulinho Fluxus, junto a un grupo de activistas, disparó desde un rascacielos un láser en la cara del presentador del informativo de la Rede Globo en São Paulo. Sus «disparos estéticos», que obligaron al presentador a citar la manifestación que cercaba la emisora aquel día, servían de metáfora de unas revueltas polifónicas, fragmentadas y descentralizadas en las que cualquier mensaje unitario se derretía. Tanto la derecha como la izquierda quisieron apropiarse, sin éxito, de las jornadas de junio.

La campaña presidencial de Dilma Rousseff de 2014 intentaba barrer la heterodoxia de aquellas protestas. Forzando la polarización contra su enemigo clásico, el PT aspiraba a controlar el tablero de juego. Azuzar el miedo a la derecha trajo de vuelta a críticos por la izquierda. Y Dilma ganó las elecciones. La estrategia del petismo tendría consecuencias inesperadas: un antipetismo superlativo que cristalizaría en un falso  outsider, Jair Bolsonaro. Al otro lado de la polarización nacía un monstruo. Un monstruo nuevo, diferente, de mil cabezas. Un monstruo que, hiperfragmentándose, acabaría ganando la batalla rehuyendo el combate cara a cara.

En 2015, los anifestantes de las marchas contra Dilma defendían, paradójicamente, pautas progresistas y rechazaban la presencia de políticos. Esas protestas crearon una atmósfera para la fragmentación de junio de 2013 que el PT despreció. No eran, todavía, de ultra derecha. En 2016, el mismísimo Lula enterró la posibilidad de entender los mensajes segmentados de las jornadas de junio. El 18 de marzo de 2016 Lula dió un discurso en la Avenida Paulista de São Paulo para redondear el «ellos o nosotros». Ellos «compran ropas» en Miami, dijo, y nosotros «compramos en la 25 de março» (una región populachera). Izquierda o derecha, rojos o azules, buenos y malos. No sospechaba que aquel «nosotros» cerrado estaba alimentando un «ellos» vigoroso, inclusivo y diverso. Aquel «nosotros» vestía un único color rojo. Las banderas brasileñas de las manifestaciones del «ellos» ya incluían 1001 tonos de verde amarelo y 1001 gritos de indignación.

Discursos prêt-à-porter

Hace unos meses, la campaña de Jair Bolsonaro era apenas un lema: «Brasil acima de tudo, Deus acima de todos». Nacionalismo y moralidad religiosa. La familia como espacio de acción. El miedo como telón de fondo. Los ataques agresivos de Bolsonaro contra la izquierda eran la gasolina. La simplicidad de las ideas de la campaña permitió la apropiación. Y la campaña la hizo la gente. Los mensajes, los memes, los vídeos, surgían de la gente. Valía y cabía todo. Cualquier estética, tipografía, grito. La auto organización tecnopolítica de la sociedad civil que caracterizó el ciclo de las plazas de 2011, en el caso brasileño estuvo del lado de los votantes de Bolsonaro.

Mientras la campaña del PT estaba construida sobre mensajes unitarios de inclusión, justicia o igualdad, Bolsonaro lanzó discursos diferentes, segmentados para diferentes públicos. Y la gente despedazó los mensajes y los puso en circulación. Aquí yace una lección mayúsculas para las izquierdas. Los intelectuales progresistas hacen manifiestos; la ultra derecha incentiva que la gente haga vídeos y memes para los grupos de WhatsApp familiar. La izquierda habla de grandes ideales; Bolsonaro, Trump o Salvini preparan discursos explosivos llenos de emoción, orgullo o violencia.

Usan  fake news, sí. Pero la lección política no es que sean mentira, sino que esa desinformación encaja a la perfección con malestares, deseos y subjetividades reales. «Los hechos alternativos son hechos afectivos, bits de información que evocan un sentimiento que es preferible a las verdades subrayadas por los hechos», asegura Peter Zuurbier, académico que investiga la affect theory (teoría de los afectos), en un artículo reciente.

La paradoja es que los candidatos de ultra derecha apelan al orden sembrando el caos. Se presentan como salvadores tras usar una estrategia militar denominada psico ops, introducidaen las disputas electorales por SCL Group, empresa matriz de Cambrigde Analytica, acusada de incentivar el Brexit y apoyar a Donald Trump. Si las nuevas izquierdas abandonan su tono  anti-establishment, la ultra derecha ocupará ese espacio estratégicamente. Si solo habla de orden, perderán su base. Presentarse como ordenada solución al caos y mantener el tono  anti-establishment es uno de los grandes desafíos de la izquierda.

Por otro lado, la etiqueta fascismo, no solo no se ajusta a la realidad hiperfragmentada del siglo XXI, sino que es casi inofensiva. Evocar el antifascismo despierta resistencias populares parala población más politizada, sobre todo en Europa. Sin embargo, parece insuficiente para enfrentar al monstruo de mil cabezas de la ultra derecha. El discurso magnánimo contra el fascismo no es eficiente contra millones de personas que votan a la ultra derecha y no se consideran fascistas. Mientras el antifascismo sea solo discurso y no práctica, consignas y no comunidades barriales, la ultra derecha crecerá presentándose como solución a los problemas y miedos concretos de la gente.

La gente simple

Los discursos de Jair Bolsonaro incluían constantes citas a «ciudadanos simples». También guiños a culturas mal consideradas (como las músicas  sertaneja caipira) o a regiones olvidadas (como el Centro Oeste o la Amazonia). Bolsonaro ha arrasado en ese Brasil olvidado y estigmatizado por la élite cultural progresista. El Brasil brega, término usado para todo lo cutre, ha alzado la voz y el voto. El periodista Leando Demori destaca que Bolsonaro ha incluido a las personas «menos letradas», a gente que según la izquierda no «tiene nivel para saber qué es una persona transgénero» o no entiende la priorizad de las ciclovías.

Bolsonaro ha arrasado en la  clase C (clase media baja) así como Trump o Le Pen lo hicieron en una clase obrera desubicada por la globalización e ignorada por las élites culturetas. La superioridad moral de la izquierda, que estigmatiza al «obrero de derechas», el gusto cultural cutre de un habitante de favela o a la España vacía de la que habla Sergio del Molino, ahonda la brecha. Talíria Petrone, elegida diputada federal por el PSOL por Río de Janeiro, afirma que «la izquierda tiene que volver a los territorios», pero «no para llevar una verdad, si no para escuchar». La afirmación sirve también para todas las áreas metropolitanas y para las regiones rurales del mundo.

El auge de Bolsonaro en los territorios más violentos está relacionado con el auge de las iglesias evangelistas. Mientras las organizaciones progresistas perdían espacio en las favelas y en el interior de Brasil, las iglesias evangélicas iban construyeron una verdadera red comunitaria de apoyo mutuo y de solidaridad. Aunque existen corrientes progresistas como la Teologia da Missão Integral, la izquierda ha estigmatizado al mundo evangélico, cediéndole el monopolio de acción social en muchas periferias. La izquierda, para disputar el desencanto en las periferias, tiene que volver a los territorios.

Escuchando, construyendo espacios para ser habitados, facilitando la auto organización sin procesos de cooptación. La izquierda española tiene que tolerar los gustos de las clases populares, por muy «cutres» que les parezcan. Si no, el huracán VOX crecerá y crecerá. Urge cuñadizar el lenguaje, como apunta el colectivo Homo Velanime. Urge disputar el campo político de la familia. Un discurso familista progresista, especialmente en América Latina y el Sur de Europa, puede ser más útil para espantar el miedo al futuro que los grandes valores de la izquierda.

Símbolos nacionales

Tras el susto del primer turno, la campaña del PT cambió radicalmente. La bandera brasileña sustituyó al color rojo. La estrategia era una tardía reacción al bolsonarismo, que se adueñó totalmente de la bandera brasileña. Desde las revueltas de junio de 2013, la izquierda se alejó de los símbolos patrios. A partir de 2015, la marea verde amarela creció, convirtiendo la bandera y las camisetas de la CBF (Confederação Brasileira de Futebol) en sus iconos. Abandonar la bandera, en un país nacionalista donde hasta los terreiros de candomblé tienen banderas y el fútbol de la selección es religión, fue uno error catastrófico para el PT.

Las derechas están sacando provecho a las pautas identitarias, especialmente al nacionalismo. Sin embargo, su nacionalismo económico es un falso patriotismo inclusivo lleno de trampas. Disputar los símbolos nacionales, resignificándolos, tejiendo alianzas con la ciudadanía de otros países, es una de las tareas más complejas de las izquierdas. Para no caer en un populismo nacionalista simplón, la estrategia debería combinar narrativas populares y ciudadanistas. Rojo y narrativas populares (incluso antifascistas) para los politizados. Narrativas múltiples y ciudadanistas para una nueva multitud que prefiere las campañaspuntuales a la militancia constante. Discursos hipersegmentados para ganarse a cada uno de los públicos del fragmentadísimo Leviatán del neofascismo.

Al mismo tiempo, las nuevas izquierdas que gobiernan tienen que lanzar políticas públicas contundentes para los nuevos excluidos (especialmente para clases medias empobrecidas), sin perder el tono  anti-establishment contra las élites. Y construir dispositivos de escucha ciudadana, digitales y presenciales, para canalizar malestares y dar voz a todas las manifestaciones culturales, incluidas las cutres. Las izquierdas tienen que poner en marcha una respuesta que sustituya la inseguridad por acción e ilusión colectiva. Y han de desplegar un abanico de deseos que sea mayor que el miedo.

Renombrar el monstruo

Publicado en ctxt.es el 05/12/2018 

(Entradilla) La nueva ultraderecha, a diferencia del fascismo histórico, huye de cualquier unidad. Para no sucumbir ante ella, hay que redefinir el engendro. Y combatirlo con prácticas comunitarias y discursos fragmentados

Bajo un claro cielo de junio de 1944, Primo Levi echó a andar junto a Jean, el pinche de los carceleros nazis en Monowitz, uno de los tres campos de concentración de Auschwitz. Primo Levi, mientras caminaba para buscar la sopa, le explicaba la Divina Comedia de Dante. Le daba detalles sobre la división del infierno. A lo largo de Si esto es un hombre, sus memorias descarnadas sobre Monowitz, Levi intenta definir el monstruo y lo monstruoso. “Por qué calculada razón los alemanes habían creado este mito monstruoso”, se preguntaba. “Al viejo fin de eliminar o aterrorizar al adversario, unían un fin monstruoso, el de borrar del mundo pueblos y culturas enteros”, escribía. Levi relató la “locura geométrica” de los soldados alemanes: “Cuando suena esta música sabemos que nuestros compañeros salen en formación como autómatas; tienen las almas muertas y la música los empuja, y es un sustituto de su voluntad. La voluntad ya no existe (…) Los alemanes lo han conseguido. Son diez mil y son sólo una máquina gris: no piensan y no quieren, andan”.

Desde el fin de la segunda guerra mundial, el monstruo ha sido metáfora habitual para el fascismo. Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, merodeó obsesivamente sobre el monstruo y lo monstruoso: “No se conmueven cuando el monstruo comienza a devorar a sus propios hijos y ellos mismos se convierten en víctimas de la persecución”. El italiano Antonio Gramsci insinuó que el fascismo era un monstruo provisional que surge mientras el viejo mundo se muere y el nuevo aparece.

El ascenso al poder de Donald Trump en Estados Unidos, de Matteo Salvini en Italia y de Jair Bolsonaro en Brasil ha relanzado la palabra monstruo como sinónimo de fascismo. Monstruos en Vistalegre (tras el mitin de Vox). ¿Cómo un monstruo llegó al poder en Brasil?Bolsonaro, monstruo o mito. El filósofo Harrison Fluss recurre a Behemoth y Leviatán, monstruos de la mitología hebrea, para hablar del bestiario fascista de la ultraderecha: “Son bestias opuestas. Behemoth representa la autoridad estatal tradicional; Leviatán, el espíritu de empresa pirata capitalista”. Behemot es el hipopótamo tradicionalista. Leviatán, la serpiente marina y neoreaccionaria. Fluss afirma que la nueva ultraderecha contiene “visiones del mundo opuestas”: es Behemoth y Leviatán simultáneamente. Complejizando la ecuación, el filósofo advierte del peligro de usar la categoría fascismo. Las nuevas ultraderechas usan nuevos ropajes sobre el monstruo histórico. “Un nuevo fascismo, con su retahíla de intolerancias, prepotencias y servidumbre, puede nacer fuera de nuestro país y ser importado, teniendo otros nombres”, advertía Primo Levi.

La pregunta, atravesando un siglo convulso, explota en espiral. ¿La deshilachada ideología de Bolsonaro o de Trump de discursos contradictorios encaja con el fascismo de pensamiento único? Las narrativas cocinadas descentralizadamente por sus seguidores, ¿no son la antítesis de la propaganda vertical del fascismo? En el caso de Vox, del Frente Nacional francés o de la Liga Norte italiana, ¿estamos ante la vieja “infección latente” de considerar que “todo extranjero es un enemigo” que denunciaba Primo Levi? Si la nueva ultraderecha puede ser Behemoth y Leviatán al mismo tiempo, ¿podrá ser cuatro monstruos? ¿Un monstruo de cien cabezas?

El miedo

John Carpenter, figura de culto del cine de terror, define el miedo (y los monstruos) con dos historias. En una aldea, alrededor del fuego, el chamán apunta a la oscuridad: “Ahí está el terror”,  “en la selva y sus peligros, en la aldea de al lado, en países lejanos, en todo lo que nos es otro. Ese es el primer miedo”. En todas las culturas, el miedo al otro y a lo desconocido cristaliza en monstruos mitológicos. El minotauro, medio toro y medio hombre, se alimenta de carne humana en el laberinto de Creta. El burak musulmán tiene cara de hombre, orejas de asno y cuerpo de caballo. El kurupí de los guaraní deja las florestas en noches de luna llena para atormentar la vida de los indios. Godzilla, el dinosaurio surgido tras las bombas atómicas, genera caos en Japón.

Cada época tiene sus monstruos. En la Edad Media proliferaban los bestiarios, inventarios de bestias legendarias. En la Europa de entreguerras, los miedos fueron coagulando en un monstruo capital. En medio del caos, el irlandés William Butler Yeats preconizaba el nacimiento una bestia con cuerpo de león y cabeza de hombre: “Todo se desmorona; el centro cede / la anarquía se abate sobre el mundo / los mejores no tienen convicción, y los peores/ rebosan de febril intensidad”. Y el monstruo  nació. “Nuestro mito es la nación —afirmaba Benito Mussolini —, y a esta grandeza subordinamos todo lo demás”. Ese mito unitario, alimentado por el odio a las minorías, por el deseo de ser comunidad, propició un movimiento de masas para el fascismo. El filósofo alemán Walter Benjamin denunció que los fascistas querían “adueñarse del mito como tal”. Benjamin teorizó la estetización de la política que el fascismo construyó con ayuda de la radio y el cine: “El culto a las estrellas del cine exige la condición corrupta de ese público, con la cual el fascismo trata de poder sustituir su conciencia de clase”.

Sería naif disociar el fascismo histórico de las nuevas ultraderechas. Sería simplista usar el fascismo como adscripción categórica para los complejos movimientos surgidos alrededor de Donald Trump o Jair Bolsonaro. Lejos de ser una unidad, el trumpismo o el bolsonarismo son un magma heterogéneo sobre el que flotan malestares dispersos. Lejos de existir una doctrina coherente de mensajes políticos, la fuerza ultra de Trump y Bolsonaro reside en la producción de discursos hipersegmentados dirigidos a públicos diferentes. Discursos viscerales contra enemigos concretos. Mensajes adaptados y distribuidos por una red sin centro en la que cada seguidor es emisor y receptor simultáneamente.

Lejos de usar ideas cerradas, la nueva ultraderecha fabrica emociones abiertas para espantar el miedo. Odio contra enemigos externos (Trump, Salvini, Le Pen) o internos (la izquierda en el caso de Brasil). Los nuevos líderes ultras arremeten contra la intelectualidad del neoliberalismo progresista. Bolsonaro se dirige con frecuencia a las culturas estigmatizadas y al Brasil olvidado por las élites progres (evangélistas, favelas, habitantes de la Amazonia y Centro Oeste). Y en medio del caos nace un río de memes afectivos y una nueva comunidad ficticia (nacional) que hace más llevadera la era líquida.

Sería naif pensar que ha vuelto el monstruo de siempre, el fascismo magnánimo. Sería un error pensar que evocar el fascismo va a movilizar automáticamente a la sociedad. ¿Qué hacer? Mientras el mundo nombra al viejo monstruo para combatirlo, la nueva ultraderecha despedaza con rapidez la modernidad liberal. Si el presente se quedó sin futuro/utopía, la ultraderecha se apoya en un pasado de grandeza nacional y en un turbo capitalismo mitificado que trasciende el tiempo de los hombres. El coche Tesla Roadster que Trump lanzó al espacio y una cruzada etno-religiosa rellenan de emociones este presente-sin-futuro.

Imposible derrotar al nuevo monstruo nombrando al antiguo. Imposible nombrar al nuevo con un único vocablo. Si la nueva ultraderecha consigue ser simultáneamente Behemoth y Leviatán, podría ser mil monstruos. Y tener, como apuntaba Levi, “nuevos nombres2.

Monstruos vulnerables

Jorge Luis Borges, en colaboración con Margarita Guerrero, publicó en 1957 El libro de los seres imaginarios. En las entrelíneas de este bestiario contemporáneo, nos topamos con muchos monstruos vulnerables. Casi todas las bestias tienen un punto débil. El dragón chino es inofensivo si le quitamos la perla de su estómago. Es fácil atrapar un unicornio si le tendemos una celada con una niña. A los lemures, las almas de los muertos malvados, se les espanta tocando los tambores. Ser vulnerable es una condición para ser monstruo.

Mientras se renombra el monstruo, urge encontrar antídotos. Conjuros, herramientas, métodos, rituales. En la introducción del libro Antifa se define el antifascismo como un método con muchas formas: “Ahogar los discursos de los fascistas con cánticos, ocupar los lugares de sus actos antes de empezar o impedir físicamente la venta de sus publicaciones”. El método es, ante todo, un antifascismo cotidiano, un día a día barrial. Un método que crea sentidos comunes contra las bases del fascismo, “el racismo, el sexismo, la homofobia y otras formas de opresión”.

Pier Paolo Pasolini preconizó en 1975 que el consumismo era el nuevo fascismo, “una nueva forma de vida jamás vista, más difícil de ser combatida”. La inclusión por el consumo del thatcherismo inglés, de la transición española o del lulismo brasileño aniquiló muchas redes de apoyo mutuo comunitarias. El repunte del discurso identitario flota sobre los escombros de una socialdemocracia neoliberal que arrasó la organización territorial de las clases populares. Por eso, es clave reconstituir la vida de las comunidades reales para combatir el make America great again de Trump o la España grande y única, que apela a una familia imaginaria-nacional. ¿Qué cánticos, ritos o amuletos pueden combatir a los nuevos monstruos? ¿Vale la pena renombrarlos?

Los antídotos

La premiada webserie Cabanyal Z recrea una Valencia apocalíptica casi destruida por la Fórmula , la Copa América y los pelotazos inmobiliarios. El Ayuntamiento, a cambio de las Olimpiadas de 2024, convierte a sus vecinos en cobayas humanas de un virus que los marines estadounidenses van usar en Afganistán. Algo sale mal: el virus convirtió a miles de valencianos en zombis. La resistencia se organiza en el barrio del Cabanyal. Y el antídoto lo tienen los gitanos. Los vecinos recorren el Cabanyal repartiendo jeringuillas para resistir la invasión zombi. Resisten de forma colectiva, tejiendo red vecinal. El zombi es una metáfora del neoliberalismo que transforma las ciudades en parques temáticos. El zombi también es la normalidad: el consumidor, el familiar que especuló durante la burbuja, el vecino individualista. Cabanyal Z contiene una lección para esta era monstruosa: a la apocalipsis sólo se sobrevive colectivamente. La red de iglesias evangélicas de Brasil, una de las bases electorales de Bolsonaro, creció sobre el vacío que el Estado y las izquierdas dejaron en el territorio.

El proyecto Gri Gri Pixel, que conecta a makers africanos que usan impresoras 3D y movimientos barriales de Madrid, prueba que un amuleto puede ser también antídoto. Un gri gri, en el golfo de Guinea, es un amuleto que espanta demonios. Mediante la fabricación de grigris u objetos mágicos, el proyecto protege y reencanta espacios urbanos a través de talleres colaborativos. Construyendo colectivamente objetos útiles para el barrio frenan los procesos de mercantilización que acaban atrayendo a los monstruos. Los mecanismos de reciprocidad y apoyo mutuo son siempre antídotos. Frente al discurso contra la inseguridad de la ultraderecha, el modelo relacional de María Naredo busca una seguridad que pasa por repoblar la calle de relaciones de vecindad, incluso entre desconocidos. El tequio mexicano y el mutirão brasileño, mecanismos de trabajo colectivo no remunerado que todo vecino debe a su comunidad, sostienen a la sociedad. De las prácticas colectivas, surgen historias fragmentadas para liquidar a la bestia. De redes globales como Ciudades sin Miedo, nacida en Barcelona, emana un meta relato contra la ultraderecha. ¿Cómo acompañar los discursos con prácticas que los sostengan y viceversa?

En Italia, la red Alpinismo Molotov nació en 2014 para descolonizar de fascismo el imaginario de las montañas. Si la leyenda ubica a Mussolini esquiando a pecho descubierto por las cumbres, Alpinismo Molotov teje mitologías antifascistas a partir de paseos colectivos. Caminar juntos para narrarlo. Práctica antes que discurso. “El Alpinismo Molotov es una actividad colectiva y no contempla lo solitario: comenzamos y volvemos juntos, ajustando el ritmo al ritmo más lento. No abandones a los compañeros”, dice su manifiesto. Los militantes de Alpinismo Molotov caminan para visibilizar el “depósito de historias y signos de revueltas pasadas, resistencias que esperan tener una nueva voz”. Caminar, narrar colectivamente mitos donde mueran los monstruos. Porque el minotauro también fallece en la leyenda, estilizada por Borges en La muerte de Asterión: “¿Lo creerás, Ariadna?, dijo Teseo. El minotauro apenas se defendió”.

Acariciar al monstruo

El chamán de John Carpenter que cuenta la historia de los dos miedos apunta ahora a su pecho: “El segundo miedo está dentro de nosotros. Está en el corazón humano y es el más difícil de contar, porque implica que todos somos parte del mal y lo monstruoso”. Todas las personas pueden ser un monstruo. El monstruo es nuestro vecino. Habla nuestra lengua. “Los monstruos existen pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos a creer y obedecer sin discutir”, escribió Primo Levi.

Para derrotar a los monstruos, el atajo es el antídoto. Para matar a Godzilla, la mejor opción es conseguir el “destructor de oxígeno”, tarea casi imposible. Afortunadamente, los rodeos también sirven. Cuando observamos a Godzilla, entendemos que su aliento atómico es una defensa. Y que también se emociona. Godzilla, aunque ataca a Japón, no permitió nunca amenazas sobrenaturales contra los japoneses. Godzilla es –podría llegar a serlo– una garantía de comunidad.

Es posible que haga falta renombrar al monstruo. Aunque tal vez que no haga falta matarlo con violencia. El aliento emocional de la comunidad puede traer de vuelta al monstruo. Quizá baste con mirar con comprensión, con entender que algunos temores y deseos de los votantes de la ultraderecha coinciden con los nuestros. Antes de estigmatizar a nuestro vecino como zombi, pensemos que también es una víctima de la bomba atómica del neoliberalismo. Quizá valga la pena intentar acariciar al monstruo. En el Libro de los seres Imaginarios, Borges describe un monstruo escrito por Kafka, una cruza, mitad gatito,  mitad cordero. La caricia sustituye al arma. La comprensión al odio. “En mis rodillas –escribe Kafka– el animal ignora el temor y el impulso de perseguir. Acurrucado contra mí, es como se siente mejor. Se apega a la familia que lo ha criado. Esa fidelidad es el recto instinto de un animal, que aunque tiene en la tierra innumerables lazos políticos, no tiene uno solo consanguíneo, y para quien es sagrado el apoyo que ha encontrado en nosotros”.